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Basta de tanta mala onda

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Basta ya de tanta mala onda. Ese es el reclamo que crece día a día entre mucha gente, cada vez que ante una noticia que anuncia la posibilidad de cosas buenas, salen las voces agoreras a profetizar desastres.

Son los que predican que hay que parar, frenar y obstaculizar todo lo que otros quieren hacer en un país que necesita que se hagan cosas.

Una y otra vez el lamento y la crítica, el llanto plañidero y quejumbroso, la visión negra y ominosa. Incluso sobre decisiones que poco antes eran consideradas buenas por quienes ahora salen a cuestionarlas.

¿No se dan cuenta, acaso, que están cansando? ¿Olvidan que los buenos archivos demuestran que aquello que hoy critican, ayer estaba bien?

Esto se ve sistemáticamente desde que asumió el gobierno de coalición y se repite una vez más con las reacciones ante la posibilidad de que Uruguay se encamine hacia un acuerdo comercial con China.

Ese acuerdo se viene trabajando desde hace más de tres décadas, con los gobiernos previos al Frente Amplio y con los de Tabaré Vázquez y José Mujica, algo que algunos sindicalistas miraban con simpatía. Ambos presidentes frentistas viajaron en su momento a China y también visitó nuestro país el entonces vicepresidente Xi Jinping, ahora presidente de China. Lo que Lacalle Pou está haciendo es consolidar un camino iniciado y enriquecido por sucesivos gobiernos. Se trata después de todo, del país adonde va el porcentaje más alto de nuestras exportaciones. Y el negocio, si bien bueno, nos sale caro porque al carecer de un acuerdo de libre comercio es necesario pagar aranceles altos.

Sin embargo es ahora cuando finalmente parece posible un acuerdo, que de golpe y sin aviso salen las críticas, la queja plañidera y el “no se puede” de los sindicatos y del Frente Amplio. Como si lo anunciado por el presidente Lacalle Pou fuera algo tan inesperado que no estaban preparados para este asunto y por lo tanto responden con mala onda, con mucha mala onda.

Lo mismo ocurre cada vez que se discute qué ocurrirá con el Mercosur en caso de que Uruguay avance con esta apertura comercial, incluso hacia naciones como todo indica que se hará. El país entero tiene claro que más allá de algunas pocas ventajas, el Mercosur a veces opera contra los intereses uruguayos. Algunos incluso se radicalizan y quieren salir de bloque hoy mismo. Sin embargo, solo recién cuando se da un paso como este, que puede en el mediano plazo tener algún efecto sobre la relación de nuestro país con el Mercosur, aquella animosidad imperante y vocinglera se transforma, en forma súbita, en adhesión emotiva hacia la hermandad vecinal y surge un estado de alarma que alerta que no hay peor tragedia que salir de Mercosur. Ayer estaba mal, hoy está bien. Son los que muestran coraje cuando el desafío es lejano y se asustan cuando llega la hora de tomar determinaciones en serio.

Quizás esa actitud responda a la necesidad de crear un clima de que todo está mal y en ancas de ese estado de ánimo, pueden encaminar su campaña para derogar la LUC. Aunque en realidad no parecería ser el camino más apropiado para lograr su objetivo.

Una y otra vez el lamento y la crítica, el llanto plañidero y quejumbroso, la visión negra y ominosa. Incluso sobre decisiones que poco antes eran consideradas buenas por quienes ahora salen a cuestionarlas.

Quizás lo hagan por razones ideológicas. Algo en su anacronismo político les dice que esos acuerdos son perniciosos. Siguen apostando a las ya probadas y gastadas fórmulas que han fracasado en todo el mundo.

O quizás lo hagan por pura y simple mala onda, acompañada de ese deseo de no hacer nada ni dejar que otros hagan. De no mejorar. De no cambiar. De no aceptar los desafíos que ayudan a mejorar la calidad de vida de los uruguayos. Predican, pero a la hora de hacer, van contra lo que predican.

Ya plantean dudas sobre este posible acuerdo. Tienen miedo y sacan su artillería de argumentos de mala onda. “No se puede”, “no están dadas las condiciones”, “no hay recursos” y una larga lista de frases hechas y archiconocidas que solo muestran esa actitud conservadora, incluso reaccionaria, que todo lo quiere impedir.

Muchos uruguayos se están cansando de esa postura. Les resulta repetitiva, hueca, destructiva.

Es tanta la mala onda que cada vez son menos los que los escuchan o les creen. Cansan. Es hora que se den cuenta de que el peor daño se lo están haciendo ellos a sí mismos.

El resto de los uruguayos quiere seguir adelante, asumir riesgos que nos proyecten y sean para bien y no quedarse estancados en un tiempo y un espacio sin futuro ni esperanza.

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