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Ayuso en nuestro espejo

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Cuando hace una semana relatábamos en esta columna la penosa respuesta de Pablo Iglesias a un periodista radial, ante la disyuntiva de "comunismo o libertad", lejos estábamos de imaginar que en ese sincericidio estaría la clave de su actual alejamiento definitivo de la política española.

El 4 de mayo, la presidenta de Madrid Isabel Díaz Ayuso arrasó en las elecciones de esa comunidad, logrando que su Partido Popular votara mejor que toda la izquierda sumada e incluso que no necesite a futuro, para gobernar, acordar con el partido derechista Vox.

Iglesias, que había renunciado a la vicepresidencia segunda del gobierno para candidatearse por Podemos, optó en aquel desafortunado cuestionario por la opción "comunismo", dando así el soporte de credibilidad a toda la campaña electoral de su adversaria Díaz Ayuso, articulada sobre la palabra opuesta: "libertad". No fue casual entonces que los votos del partido centrista Ciudadanos, que el PSOE intentó atraer para sí, huyeran en bandada al Partido Popular. Hasta el admirado filósofo Fernando Savater terminó anunciando que votaría por Díaz Ayuso.

Lo que hace aún más interesante esta polarización conceptual es que tiene su correlato en las políticas de combate a la pandemia ejecutadas por el gobierno del socialista Sánchez a nivel nacional, y las que ella aplicó al frente de Madrid.

Mientras Sánchez instaló cuarentenas obligatorias, Díaz Ayuso apeló a la libertad de los madrileños, manteniendo abiertos bares y comercios. Mientras Sánchez decretó aumentos de impuestos para sostener subsidios masivos, Díaz Ayuso se declaró contraria a la voracidad recaudatoria y confiada en el máximo de libertad económica que permitiera la emergencia sanitaria. Son dos maneras bien distintas de entender la gestión. De un lado quienes mesiánicamente apuntan a arrear a la gente como ganado, mandatándola y amarrando su economía a la dádiva estatal. Del otro, quienes confían en la responsabilidad de esa misma gente, instándola a la prevención sanitaria sin amenazas y confiando en su capacidad de trabajar y producir en libertad.

A usted, ciudadano uruguayo, ¿a qué le hace acordar?

Podría resultar sorprendente si, en el fondo, no fuera un nuevo capítulo, como tantos, del conflicto entre colectivismo y liberalismo, una antinomia que también se repite en nuestro país, donde pululan los voceros que denuestan la "libertad responsable" acuñada por el presidente y reclaman remplazarla por toque de queda, confinamiento forzoso y renta básica. Tal fue la última movida comunicacional que realizó ese pequeño engendro amarillista que es el programa "La letra chica" de Tevé Ciudad. A sabiendas de que sus emisiones son seguidas solo por un público cómplice y se mantienen ajenas a la vasta mayoría nacional que apoya al gobierno, últimamente fabrican videos breves que publicitan profusamente en las redes sociales, donde manipulan y tergiversan la información, al estilo de los tristemente célebres informes kirchneristas de aquel programa argentino "TVR".

De un lado quienes mesiánicamente apuntan a arrear a la gente como ganado, amarrando su economía a la dádiva estatal. Del otro, quienes confían en la responsabilidad de esa misma gente, confiando en su capacidad de trabajar y producir en libertad.

El último de ellos se tituló justamente "Libertad irresponsable" y no ahorra en descontextualizaciones y falsedades para mostrar al presidente Lacalle como omiso ante la gravedad de la hora.

Más de un legislador del FA y cronistas de sus medios afines han salido ya a despotricar livianamente contra la libertad, develando así su entretela autoritaria. No es de extrañar, tratándose de personas que en su juventud abrevaron en la filosofía marxista y su adaptación revolucionaria fabricada por Lenin.

Al igual que Pablo Iglesias, si tienen que elegir entre comunismo y libertad se quedan con el primero, porque no se llevan bien con el respeto al individuo y están dispuestos siempre a avasallarlo, en el nombre de un interés general que solo ellos creen tener la potestad de interpretar y definir.

Por eso es tan revelador el resultado de la reciente elección madrileña.

Los radicales de Podemos y su socio, el Partido Socialista Obrero Español (aquel que, paradójicamente, supo ser un faro socialdemócrata para el mundo, cuando lo presidía Felipe González) se desbarrancaron en un total descrédito popular. Debieron haber evitado echar pestes contra un concepto tan caro a los valores occidentales, y recordado los sabios y hermosos versos de Jarcha, que a todos los uruguayos nos emocionaron en aquel inolvidable acto del Obelisco, el 27 de noviembre de 1983: "Libertad, libertad, sin ira libertad. Guárdate tu miedo y tu ira. Porque hay libertad, sin ira libertad. Y si no la hay, sin duda la habrá".

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