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Aprendiendo a vivir en coalición

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Un gobierno “pentapartito”. Así le decían en Italia en los años 80 a aquellos gobiernos que ante una votación repartida entre muchos partidos, solo se podía alcanzar la mayoría necesaria en el Parlamento si cinco partidos lo acordaban.

No duraban mucho. La forma de gobierno parlamentaria hacía que el primer ministro cayera ante el primer obstáculo. Se convocaba a otro que debía armar un nuevo gabinete a veces con los mismos cinco partidos, a veces con otros.

Esta seguidilla de cambios daban la imagen de inestabilidad política. Sin embargo en Italia los sacudones políticos no parecían afectar su estabilidad económica, productiva, comercial, laboral y cultural.

En Uruguay las reglas son distintas. El gobierno y su titular, el presidente de la República, deben cumplir a rajatabla los cinco años de mandato, por lo tanto la actual “pentacoalición” formada con el proceso electoral de 2019, debe funcionar desde otra lógica. La estabilidad importa y un acuerdo de coalición es cosa seria. Incluso más seria que aquellos acuerdos que se alcanzaron con gobiernos colorados y blancos antes de 2004.

No es fácil lograr un funcionamiento fluido de la Coalición Multicolor (o Coalición Republicana como algunos prefieren llamarla). Implica juntar a cinco partidos que por chicos que sean, tienen identidades definidas.

Los episodios en torno a la renuncia de Germán Cardoso al Ministerio de Turismo, la forma en que se encauzó la interpelación al ministro Luis Alberto Heber y las discusiones respecto a la Rendición de Cuentas, muestran ese tironeo constante y evidencian que se trata de cinco partidos muy distintos. Es verdad, como decía Luis Lacalle Pou cuando recorría el país como candidato presidencial, que no había grandes diferencias entre los cinco programas, pero ganadas esas elecciones, aparecen no las diferencias, sino los matices. Y vaya si los hay.

Los socios han ido aprendiendo, a veces a los golpes, a funcionar como coalición. Si además quieren seguir ganando elecciones, el acuerdo solo puede ser pensado para el largo plazo. De otro modo, el próximo gobierno será del Frente Amplio, que también es una coalición aunque con otras características.

Fue interesante ver cómo respondieron los socios frente a la interpelación a Heber al darle su confianza. Aun así, tanto colorados como cabildantes reclamaron, con razón, que el acuerdo con la empresa belga se hizo sin su conocimiento. Si hay que apoyar a los ministros en un llamado a sala, primero hay que haber sido consultado sobre la política adoptada que llevó a ese llamado.

Cabildo Abierto logró que al acuerdo portuario con la empresa belga se añada una cláusula. Respaldó al ministro y consiguió lo que quería. Así funcionan las genuinas coaliciones, así funcionan los parlamentos que no están atados de pies y manos.

La otra situación que se le planteó a la coalición fue la de Cardoso. El caso responde a un lío interno del Partido Colorado y surge del cuestionamiento hecho por el director del Ministerio de Turismo, Martín Pérez Banchero (también colorado), a ciertas actuaciones del ministro. Ante la defensa que Cardoso hizo de su gestión, el presidente se mostró dispuesto a sostenerlo. Pero cuando se dio cuenta que el caso seguía enredándose, entendió que la situación solo podía complicarse y alargarse en el tiempo, perjudicando la marcha del gobierno. Lacalle Pou habló con el secretario general del Partido Colorado, Julio Sanguinetti, y Cardoso terminó por renunciar.

Los episodios en torno a la renuncia de Germán Cardoso, la forma en que se encauzó la interpelación al ministro Luis Alberto Heber y las discusiones respecto a la Rendición de Cuentas, evidencian que se trata de cinco partidos muy distintos.

Es el quinto cambio que el presidente hace en el gabinete desde que asumió. Uno fue por el fallecimiento de su titular, Jorge Larrañaga. El otro fue el recambio que hizo en el Mides, un ministro suyo por otro también suyo. Los otros tres fueron ministros colorados y si bien ocurrieron por razones distintas, dejan en evidencia complicaciones internas en un partido que es un socio crucial en el gobierno.

Todas estas situaciones fueron manejadas con habilidad política. Algunas, porque la laxitud de la coalición permite que las diferencias se discutan y resuelvan en el ámbito parlamentario (ocurrió con la LUC, la interpelación a Heber y la Rendición de Cuentas). Otras, porque el presidente sigue cumpliendo un importante rol como articulador de la coalición gracias no solo a su cargo sino a sus condiciones como líder.

Nadie dijo que lo de la coalición sería fácil. A veces sorprenden y hasta alarman los tropiezos. Pero también es interesante ver cómo ellos se sortean, porque ese es el camino para su consolidación y eso es lo que sus votantes quieren.

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