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Apariencia goebbeliana

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La polémica empezó con una pregunta de la periodista Denise Mota al senador electo Jorge Gandini, en un programa periodístico de canal 10.

Con todo el derecho del mundo a equivocarse, la comunicadora confundió la expresión "hechos de apariencia delictiva", tal como se menciona cinco veces en el anteproyecto de Ley de Urgente Consideración presentado por el gobierno electo, con "personas" de tal apariencia, concepto improcedente que como tal nunca se menciona en la citada norma.

Parece oportuno aclarar que el concepto de "hechos de apariencia delictiva" no es un invento de los redactores del anteproyecto, sino que está presente en el código desde siempre. Y claro que hay que innovar sobre esta figura. Porque de la eficaz acción ciudadana y policial cuando se percibe una situación sospechosa, depende entre otras cosas la oportunidad de evitar una rapiña o el asesinato de un trabajador.

En la confusión terminológica, Mota inquirió si la ley habilitaría que la policía fuera más severa con las personas de raza negra o que evidenciaran una condición social desfavorecida, lo que Gandini, obviamente, rechazó de plano. (Un comentario aparte merecen las graves denuncias formuladas por la periodista sobre el nivel de discriminación racial que existe aquí y ahora, en la Disneylandia inclusiva con que se suele pintar al Uruguay frenteamplista).

Con la polémica, sin embargo, los desconocidos de siempre que operan en las redes sociales, tuvieron una nueva excusa para hacer su trabajo sucio. Con un simple recorto y pego, sacaron de contexto un comentario del senador electo sobre las tipologías exteriores que algunos asocian con el delito -él calificó eso de un prejuicio erróneo, pero tal aclaración fue omitida en la edición de la imagen- y la lanzaron alegremente a la viralización.

Resultados: mucho comentario insidioso en las redes, fotos de alegres militantes frenteamplistas mostrando con orgullo tatuajes que dicen "apariencia delictiva".

Esto, como el error de la periodista al citar la norma, podría disculparse: forma parte del folclore de confusiones y medias verdades en que lamentablemente se cae en cualquier confrontación de ideas políticas.

Pero el asunto pasa a mayores cuando el actual intendente de Montevideo, el hombre que se ufanó hace pocas semanas de que la Intendencia había podido juntar la basura durante las fiestas (ni más ni menos, la función para la que los montevideanos le estamos pagando), subió a las redes una foto suya con un filtro de Instagram que le coloca artificialmente aritos y piercings, y la complementó con la misma frasecita.

Acá ya no se puede hablar de una broma de diletante. Acá la tergiversación y la mentira provienen de un dirigente frenteamplista de primera línea, que además debería representar a todos los montevideanos, y no solo a los sectarios y desinformados sobre quienes pretende influir.

El intendente, que bautizó paradójicamente a su malogrado grupo político como "El Abrazo", da muestras de ese talante descalificador del adversario cada vez que abre la boca o redacta un tuit. Hace poco se quejó de que el comunicador Alberto Sonsol calificara a su sobrino como "normal": parece que esa sola palabra da cuenta de una mentalidad retrógrada, heteropatriarcal y bla bla bla.

Ahora la emprende contra el gobierno electo usando un argumento falaz, a sabiendas de lo que está haciendo, porque realmente no podemos creer que un dirigente de su responsabilidad no esté enterado de qué significa la expresión citada en el anteproyecto.

Si es así, alguien de su propio partido debería empezar a explicarle.

En realidad, la conducta que están teniendo ciertos líderes del frenteamplismo es la de un espíritu de vendetta por la derrota electoral, pescando en cualquier remolino del río revuelto.

Como la fuerza política que se dice ser, el FA tendría que resolver aquí y ahora si va a ejercer una oposición según lo que ha escrito Karl Popper, respetando las reglas de juego democrático en una sociedad abierta, o siguiendo los dictámenes de Josef Goebbels: manipular la realidad, tergiversar la información y construir un relato malicioso para socavar en forma ilegítima la credibilidad del oficialismo.

“Miente, que algo quedará”, es una frase que estuvo en boca tanto de Vladimir Lenin como de Goebbels, pero que se conocía como refrán desde antes del nacimiento de Cristo.

Y por lo visto, en cada época renace algún totalitario que la recuerda y aplica impunemente.

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