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La antesala de Bernardina

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EDITORIAL

El gobierno conoce la situación por la que atraviesan los productores, pero nada ha hecho para atenuar los efectos de la crisis. La cuestión ideológica y la soberbia han jugado fuerte y han impedido que se adopten soluciones.

En 48 horas, la localidad de Santa Bernardina en el departamento de Durazno, con una población de poco más de 1.000 habitantes se convertirá en el centro del Uruguay. Todas las miradas y toda la atención estarán allí, donde el sector agropecuario —el motor de la economía nacional— se ha autoconvocado para plantear sus reclamos a un gobierno que parece ganado por la ignorancia y la soberbia.

La reunión del Presidente de la República con las gremiales del campo —que habían solicitado en noviembre ser recibidas— fue tardía, con los productores ya en las rutas expresando su descontento con la situación y no aportó nada para atenuar el panorama. Se perdió la oportunidad de tratarlos bien, con respeto, porque son derecho viejo la máxima expresión del Uruguay productivo, de su principal —por goleada— fuente de ingresos.

El gobierno sabe eso, sabe que la situación que atraviesan los productores es crítica, sabe de la injusticia hacia ellos y sabe que si no se adoptan medidas concretas los resultados serán calamitosos, no solo para el sector agropecuario, sino para toda la economía del país. Y la pregunta es, si sabe todo eso (basta ver los números que elaboran las propias oficinas estatales) ¿por qué no se reaccionó antes? ¿Acaso ignora que de acuerdo a estudios del Instituto Plan Agropecuario, prácticamente el 83% de las empresas ganaderas no cubren una canasta familiar básica? ¿Acaso esperaban que se fuera todo (el país incluido) al demonio? ¿Son ignorantes o la soberbia ideológica les impide reconocer cuál es la verdad del Uruguay?

Seguramente no haya sorpresas en los reclamos del campo. Hay muchos que han estado arriba de las mesas desde hace bastante tiempo y el gran objetivo es la competitividad, producto del atraso cambiario (se estima en un 30%), el aumento de la presión tributaria (hay que financiar el insaciable clientelismo del Estado y las muy costosas aventuras empresariales de Ancap, el Fondes, la Regasificadora, Pluna, etc), los costos de producción y la falta de acuerdos comerciales. Un par de datos sobre estos dos últimos puntos:

1) Sobre los costos de producción: Uruguay tiene el dudoso privilegio de poseer los combustibles más caros de la región y la reducción del 8% del gasoil productivo parece a esta altura muy poca cosa. En materia de energía eléctrica los costos que tiene el sector lechero significan unos US$ 20 millones por año, en tanto que la cadena arrocera —esa que el presidente Vázquez critica olímpicamente— gastará este año unos US$ 24 millones. En el caso de la carne el costo de energía eléctrica para los frigoríficos es de US$ 17 por novillo faenado, casi tres veces más que en Paraguay —un importante competidor— por ejemplo. Con esos montos, la competitividad es una fantasía.

2) La falta de acuerdos comerciales, los TLC que el presidente y su canciller impulsan pero la ideología del Frente Amplio bloquea porque son "inventos imperialistas", le cuestan al país, por venta de carne al imperialismo y sus satélites, 200 millones de dólares por año que van a las arcas, justamente, del imperialismo y sus satélites. Los financiamos. Ese dinero podría quedar aquí para fines más nobles… Y si no que le pregunten al economista Ernesto Talvi que planteó hace dos años, a partir de una investigación de su centro de estudios, que para revertir la angustiante situación del vínculo entre pobreza, juventud y delincuencia, sería necesario instalar 135 liceos modelo en las zonas carenciadas del país que costarían 200 millones por año. La misma cantidad regalamos para que la ideología del FA quede contenta.

Una última reflexión sobre la reunión en Santa Bernardina. El FA está preocupado por la posibilidad de que la oposición aproveche la bronca del campo y la capitalice electoralmente. Por lo tanto, considera de orden que los reclamos gremiales no queden "contaminados" por la presencia de políticos (de la oposición). Un soberbio disparate —otro más— y la clara insinuación de una limitación a la libertad de los ciudadanos. Los políticos deben asistir si les parece (hasta sería conveniente) para escuchar de primera mano los reclamos y no escudarse luego a la hora de votar o rechazar medidas en la falta de información. Asistir significa escuchar, aprender, apoyar o criticar ¿Qué hay de malo que lo hagan y qué hay de malo si sacan réditos políticos? La crisis del campo no es un problema sectorial sino un problema nacional y quienes deben contribuir a dar soluciones o a negarlas, por lo menos tienen la obligación de estar bien informados.

Si el Frente Amplio no quiere y no piensa asistir es su decisión y, ocasionalmente, su problema. En las movilizaciones de años atrás bien que marcaban presencia. Será tal vez un cambio de opinión o algo habrán hecho ahora…

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