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Un año crucial para Europa

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Las tendencias populistas y nacionalistas ganarán terreno en las elecciones a realizarse en los países europeos en 2017 con programas emparentados con las ideas políticas de Donald Trump.

Como todos los años al empezar diciembre The Economist hizo sus predicciones para 2017, no sin antes entonar un mea culpa. Es que en la pasada edición no vaticinó para 2016 la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, ni la victoria de Donald Trump, por citar los errores más gruesos. Ahora, las preocupaciones de la revista británica se centran en el futuro de una Europa revuelta por el alud de inmigrantes llegados de África y Medio Oriente y cada vez más inquieta por la situación económica.

Difícil oficio el de los predictores en este tiempo en donde las estructuras políticas están cambiando a instancias de una opinión pública en plena rebelión contra las elites y los centros de poder. Esa rebelión está detrás de dos fenómenos en apariencia disímiles como el "Brexit" británico y el triunfo de Trump. Los analistas dicen ahora que la gente votó contra las burocracias de Bruselas y Washington que representan a un sistema dominante lleno de injusticias. Lo curioso es que nadie previó la fuerza de esa marea de descontentos que se viene expresando en Europa desde tiempo atrás —recuérdense a los "indignados"— cuya más reciente víctima fue el primer ministro italiano Matteo Renzi en su intento por plebiscitar las reformas que Bruselas reclamaba para Italia.

Aunque nadie está en condiciones de anticipar hasta dónde llegarán las manifestaciones de furia popular en los países del primer mundo hay temores por lo que pueda suceder en materia de elecciones en el entrante 2017. Candidatos impensables al estilo Trump se perfilan en Europa, al menos en el caso de Italia en donde el movimiento "5 Estrellas" liderado por el actor cómico Beppe Grillo salió fortalecido al derrotar el plebiscito propuesto por Renzi. Otro caso inquietante es el de Francia en donde Marine Le Pen, representante de una derecha euro escéptica, anti-inmigrante y nacionalista, parece tener asegurada su presencia en el balotaje del año próximo. Su rival será seguramente el exprimer ministro conservador Francois Fillon, sorpresivo ganador de la interna ante Alain Juppé y Nicolás Sarkozy. Para este último caso ni The Economist se atreve a hacer vaticinios.

En Alemania, la en apariencia invencible Angela Merkel, deberá pasar por las urnas en 2017 para renovar su mandato. Los augures coinciden en que sus chances son buenas, pero al mismo tiempo resaltan el crecimiento de un nuevo partido "Alternativa para Alemania", anti- Unión Europea y xenófobo con fuerte arrastre electoral. En tanto, en Holanda, para los comicios de marzo próximo se anticipa el éxito del "Partido por la Libertad", comprometido a cerrar las fronteras a la inmigración, prohibir la venta del Corán en las librerías y acabar con el euro para recuperar el florín. Programa duro si los hay.

Así de radical se presenta el panorama en los países europeos que celebrarán elecciones el año próximo. En donde no las habrá, en España por ejemplo, las perspectivas no pintan fáciles para el trabajosamente formado gobierno de Mariano Rajoy, carente de mayoría parlamentaria. Como muestra de esa actitud de protesta que conmueve al Viejo Mundo desde la grave crisis económica de 2008, ahí está ese tercer partido español, "Podemos", cuya prédica y cuyos líderes hubieran sido inaceptables en otros tiempos, pero que ya demostraron su capacidad de quebrar el clásico bipartidismo español de la era pos-franquista.

Los politólogos tienen etiquetadas estas tendencias europeas como una nueva forma de populismo. Un populismo inspirado por una revuelta contra una globalización que les impone, entre otras cosas, aceptar inmigrantes reacios a adoptar los valores de los países que los acogen y a tolerar que muchos puestos de trabajo vayan a parar al exterior en detrimento de sus compatriotas. De ahí que encuentren muchos puntos en común entre la victoriosa campaña de Trump y el reforzamiento de las tendencias nacionalistas y conservadoras en países tradicionalmente proclives a los gobiernos socialdemócratas.

Si nunca fueron fáciles de predecir los avatares de la política, lo de ahora parece misión imposible como reconoce la prospectiva de The Economist para el año que viene. Por un lado, habrá que tomar en cuenta las repercusiones de la política internacional que desarrollará el nuevo inquilino de la Casa Blanca, un enigma cuya solución desvela a los predictores de turno. Por otro, está pendiente la definición de la forma en que se procesará la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, una sociedad entre países que encara en estos días su hora más crítica. En suma, un año nuevo pleno de incertidumbre.

EDITORIAL

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