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Amenazas y advertencias absurdas

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Un gobierno nuevo hará lo que deba hacer, cambiará lo que haga falta cambiar sin radicalismos ni refundaciones absurdas. Sucederá tal como ocurre en cualquier democracia que se precie de serlo.

Tras 15 años de oficialismo frentista, un gobierno distinto ofrecerá una clima de renovación y aire fresco.

Esto puede esperarse en Uruguay si el domingo 24 triunfa la fórmula presidencial encabezada por Luis Lacalle Pou. Un cambio necesario, deseado y esperado, pero nada que salga del cauce institucional, de la continuidad y la permanencia democrática.

Lo que parece obvio merece ser aclarado, porque en estas semanas desde el oficialismo se recurrió al método burdo de agitar fantasmas. En una campaña desordenada y desorientada, los frentistas optaron por el pernicioso recurso de agitar fantasmas que no existen.

Salen con fuerza a advertir a la población que con un triunfo de Lacalle Pou, el país irá hacia atrás, los derechos adquiridos se perderán, lo bueno que hicieron los frentistas pasará al olvido.

Cómo llegan a esa conclusión es un misterio, ya que ni el programa del Partido Nacional ni los acuerdos hechos entre los socios de una eventual coalición dan indicios que se retrocederá sobre derechos consagrados. Más bien buscan fortalecer aquellos derechos que fueron pisoteados o retaceados por los errores cometidos en 15 años de gestión frentista.

Amenazan además, con que habrá convulsión social. Que si gana Lacalle Pou con el respaldo de una gran coalición, se generará un clima de resistencia a ese gobierno que llevará a episodios de agitación en las calles al estilo de lo que se ve en Chile. Lo de Chile, claro, les resulta oportuno aunque nadie aún hoy entiende qué está pasando allí.

Recurrir a las amenazas y advertencias de peligros inexistentes muestra las propias debilidades del Frente en esta campaña. No tienen nada que mostrar, así que lo fácil es agitar cucos. Y así como en su momento ellos quisieron refundar al país desde cero, cuando llegaron al gobierno en 2005, creen que un cambio de partidos en el gobierno, también implica refundar el país.

El Frente Amplio al final no refundó el país, aunque sí pretendió establecer el relato de que todo lo bueno en materia de derechos fue resultado exclusivo de su gestión y que antes que ellos llegaran, este país era un primitivo agujero infrahumano donde se maltrataba a la gente.

Quisieron negar la realidad histórica de que en Uruguay, a lo largo del siglo XX, con gobiernos colorados y blancos, se fueron estableciendo y reconociendo derechos, paso a paso, en un clima de libertad. Solo en tiempos de dictadura el país se encerró sobre sí mismo. Pero durante más de un siglo, hubo avances. Por cierto, al comienzo del siglo XX, el reconocimiento de muchos derechos se hizo sobre la absoluta inexistencia de ellos y por lo tanto, tuvieron un enorme impacto en la modernización del país. Luego, año a año, el país se fue adaptando a nuevos reclamos, a necesidades no previstas antes. Si el Frente quiere reclamar que durante sus 15 años llevó adelante una fuerte agenda de derechos, debe reconocer que no empezó de la nada, sino que continuó desde donde otros dejaron y por lo tanto, tampoco es con ellos que esto termina. Este país, sus políticos (del color que sean), sus partidos, sus organizaciones civiles siempre estuvieron y estarán abiertos a avanzar allá donde sea necesario.

Por lo tanto, lo de agitar fantasmas es tonto, va en contra de sus propios intereses, nadie realmente cree en esas profecías oscuras; más bien todos perciben que detrás de ese discurso solo está el susto de perder.

Un candidato recorre el país fortaleciendo la idea de que es posible un gobierno de coalición conformado con partidos de perfil diferente. A la misma vez, el otro también lo recorre con un tropiezo en cada lugar. Ninguno, por cierto peor que el del viejo tupamaro que le muestra la vista que tiene cuando sale a la puerta de la casa y Martínez al mirar las orillas del Plata le reconoce que es realmente hermosa sin darse cuenta que lo que le está mostrando es el lugar donde quedó enterrado el absurdo y costoso proyecto de la regasificadora promovido por el expresidente José Mujica que le costó al país muchos millones de dólares.

Demudado, el candidato oficialista no supo cómo salir. Es que nunca sabe cómo salir cuando alguien le recuerda las irregularidades, los problemas y fracasos que le dejan los gobiernos de los que el formó parte. Y no sabe cómo salir porque no hay forma de hacerlo. Por eso le va tan mal.

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