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Adiós al kirchnerismo

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El triunfo de Mauricio Macri en las elecciones argentinas es una buena noticia para Uruguay. Lo es ante todo porque termina con una década signada por el hostigamiento a nuestro país. Es que alegando su reclamo por las papeleras el gobierno "K" adoptó unas represalias contra Uruguay sólo comparables a las del peor momento de las relaciones con el régimen de Perón.

Bloqueo de puentes, violaciones a los acuerdos del Mercosur, escollos a las importaciones uruguayas, trabas al acceso a nuestros puertos y desplantes de todo tipo caracterizaron a los gobiernos del matrimonio Kirchner.

Por fin la pesadilla terminó y ahora cabe esperar que lleguen mejores ondas desde el otro lado del río. Todo indica que así será, pues el nuevo presidente anunció en la campaña electoral su decisión de cumplir con todos los compromisos asumidos con sus vecinos así como cerrar ese ciclo nefasto en donde la política exterior argentina se basó en la prepotencia y en la estrategia de los hechos consumados. Incluso, entre los festejos triunfales en la noche del domingo Macri anticipó que cultivará una línea de buenas relaciones internacionales en contraste con las conflictivas políticas desarrolladas en los últimos años desde Casa Rosada. De este modo, una era de mayor entendimiento se abre entre los países del Plata lo que redundará en beneficio de dos pueblos hermanos que tantas cosas tienen en común.

Con esa perspectiva optimista será preciso encarar la relación con el nuevo gobierno argentino. Una relación entre iguales, privada de la actitud complaciente que caracterizó a la administración de José Mujica en donde muchas veces se pusieron las afinidades políticas por encima de los genuinos intereses del país al tiempo que se cedieron espacios sustanciales sin obtener de Argentina reciprocidad alguna.

Mujica prohijó esa postura persuadido como estaba hasta hace pocas semanas de que el kirchnerismo era invencible y había que hacer buena letra con sus representantes porque —según proclamaba con su habitual tono del político viejo que se las sabe todas— iban a continuar gobernando Argentina por muchos años.

Aparentemente convencido de que esa posición era la más adecuada, Tabaré Vázquez no estrenó sus relaciones con Mauricio Macri de la mejor manera posible puesto que en plena campaña electoral se entrevistó, entre vivas muestras de simpatía, con su rival Daniel Scioli. Mejor aconsejado, apenas conocido el triunfo del líder de "Cambiemos" en el balotaje, Vázquez se apresuró a felicitarlo vía telefónica y a anunciar de inmediato que viajará hacia Buenos Aires el 10 de diciembre para asistir a su asunción como presidente de Argentina y probablemente para mantener con él un encuentro mano a mano. Es de esperar que a partir de ese instante las relaciones entre ambos gobiernos vuelvan a su curso normal y la etapa kirchnerista se cierre para quedar hundida en el olvido sin dejar siquiera un recuerdo.

En el plano de las relaciones exteriores se sabe que uno de los primeros actos de Macri será pedir en la próxima cumbre del Mercosur que se le aplique a Venezuela la cláusula democrática que permite suspender a cualquiera de los países miembros que no respete (vigencia de la Doctrina Larreta ) los principios democráticos. Macri ha sostenido con razón, que el gobierno de Nicolás Maduro viola la libertad de expresión y encarcela a opositores, lo que vuelve inaceptable su continuidad dentro del bloque regional que sólo admite democracias. Y según anunció en su conferencia de prensa de la víspera, está dispuesto a formular ese planteo a mediados de diciembre, pocos días después de asumir, cuando los presidentes del Mercosur se reúnan en Asunción. Eso plantea un dilema al gobierno uruguayo, siempre vacilante entre el apoyo o la crítica al régimen bolivariano y sometido todavía a los efectos del trauma provocado dentro del Frente Amplio por la carta del secretario general de la OEA, Luis Almagro, con sus graves denuncias sobre la escasa limpieza del proceso electoral venezolano.

En suma, se avecinan vientos de cambio. Y es posible que esos vientos que hoy surcan la Argentina también empiecen a soplar con fuerza en el resto de la región en donde se perciben síntomas claros del hartazgo ante la ineficacia de las políticas populistas que, en general, desperdiciaron una década de bonanza internacional sin precedentes.

Ese fue el caso del kirchnerismo, esa rama del peronismo que alguna vez soñó eternizarse en el poder y que empieza a ser parte del pasado, todo lo cual no sólo es positivo para los argentinos sino también, esperemos, para los uruguayos.

Editorial

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