Publicidad

Acto de justicia en la Cancillería

Compartir esta noticia

Cuando a poco de asumir como ministro de Relaciones Exteriores Rodolfo Nin Novoa nombró asesor a Carlos Pérez del Castillo no solo marcó el interés por conferirle a la cancillería mayor injerencia en asuntos comerciales sino que concretó un acto de justicia particularmente sugestivo por provenir de un gobierno del Frente Amplio.

Una década atrás solo la total indiferencia de la coalición de izquierda impidió que Pérez del Castillo asumiera la dirección de la Organización Mundial de Comercio (OMC), un cargo de excepcional trascendencia para el cual nuestro compatriota se perfilaba como claro favorito.

En efecto, este diplomático experto en comercio internacional y exsubsecretario de Relaciones Exteriores en el segundo gobierno de Julio María Sanguinetti, era en 2005 el aspirante a ocupar ese puesto con mayores posibilidades. Empero, a último momento, cuando Pérez del Castillo contaba con una mayoría de votos asegurada, la diplomacia brasileña conducida por Celso Amorim introdujo sorpresivamente a otro postulante, Seixas Correa, un hombre carente de currículo y de apoyos para dirigir la OMC. Esa división dentro del Mercosur y del bloque latinoamericano le ofreció la posibilidad a Francia de terciar con la candidatura de Pascual Lamy, quien finalmente resultó electo.

La cancillería uruguaya cuyo titular era Reinaldo Gargano hizo poco por ayudar a Pérez del Castillo quizás por su pasado en un gobierno de otro color político o tal vez porque no se calibró la importancia de contar con un compatriota en el corazón de las grandes decisiones comerciales del planeta. Es verdad que hubo alguna declaración de respaldo para él, pero faltó firmeza en el mano a mano con Brasil, país al que por entonces, en el primer gobierno de Tabaré Vázquez, se lo respaldó en todos los foros internacionales.

En aquellos días, comentando la jugarreta de Celso Amorim, la prensa internacional comentó que la única razón de poner a un brasileño en carrera para la OMC era para "malograr la candidatura de Pérez del Castillo".

El gobierno de la época dejó pasar ese mal gesto de Itamaraty. Pérez del Castillo quedó afuera de la OMC y se dedicó en la última década a profundizar su experiencia en comercio internacional trabajando para diversos países y organismos internacionales. Ahora, con buena puntería, Nin Novoa lo incorporó a su equipo de trabajo en lo que viene a ser una suerte de reivindicación histórica para este diplomático uruguayo, fundador del Grupo Cairns y exdirector del Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA) con sede en Caracas.

Con ese nombramiento, Nin Novoa confirmó su propósito de profesionalizar una cancillería convertida por momentos en una burda extensión de los comités de base y poblada como nunca de embajadores políticos o de esa extraña especie conocida como "embajadores itinerantes", una criatura sin antecedentes en nuestro país. Esa saludable tendencia a despolitizar la diplomacia uruguaya pudo verificarse desde el principio con la designación por parte de Tabaré Vázquez de funcionarios de carrera en cargos clave como son la subsecretaría y la dirección general del ministerio.

Mucha falta le hacía a la cancillería un cambio de rumbo. Bajo el imperio de la dupla José Mujica-Luis Almagro esa secretaría de Estado había optado por el camino de una diplomacia política entre supuestos gobiernos amigos que generó discretos resultados y varios desengaños. "Un país como Uruguay no debe caer en la tentación de privilegiar la política sobre el derecho en su acción internacional", proclamó Nin Novoa en su acto de asunción. Más allá de rectificar aquello de que lo político está por encima de lo jurídico, santo y seña del gobierno de Mujica, el nuevo canciller quiso decir que un país del tamaño y las posibilidades de Uruguay debe aferrarse al derecho internacional porque esa es su mejor —y su única— garantía.

Del mismo modo, profesionalizar la cancillería y dotarla de un mayor sesgo comercial es lo que demanda la hora actual. Ya se demostró que de poco sirven las relaciones basadas en vagas declaraciones de concordancia personal y política entre gobernantes.

Un trabajo diplomático serio, riguroso y liberado de los prejuicios políticos es lo que necesita el ministerio de Relaciones Exteriores para resolver los dilemas surgidos del encierro en el Mercosur, rediseñar los vínculos con nuestros vecinos y asomarse al mundo en busca de más oportunidades comerciales. En tal sentido, la presencia de Pérez del Castillo ratifica que corren nuevos y promisorios vientos en la cancillería uruguaya.

Editorial

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad