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El 2020 que se va

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Mañana estaremos celebrando el fin de un año particularmente difícil para Uruguay y para el mundo, en que enfrentamos una pandemia que cambió nuestras costumbres, afectó nuestra salud, nuestra economía y nuestra sociedad.

2020 será recordado como un año atípico en que faltaron abrazos y sobraron malas noticias, en que muchos perdimos familiares o amigos por el COVID-19 y en que debemos cerrarlo con restricciones, reuniones cortas y sin misas.

Pero, dentro de este panorama, también tuvimos buenas noticias. En marzo asumió un nuevo gobierno encabezado por el presidente Lacalle Pou al frente de una inédita coalición multicolor. No se puede negar que fue una fortuna para el país tener al frente del timón en tiempo de pandemia a un Presidente con serenidad y aplomo, que sopesó bien el uso de las perillas y tuvo una actuación descollante. Por suerte quedará para la imaginación y la historia contrafáctica que hubiera sido de nosotros si el presidente hubiera sido Daniel Martínez.

El balance del funcionamiento del gobierno nacional, indudablemente, es ampliamente positivo. Se aprobó la ley de urgente consideración que estableció cambios importantes en temas de seguridad, economía, empresas públicas, pequeñas empresas, educación, trabajo, seguridad social, entre muchos otros temas. Una ley eminentemente popular, que cuenta con un amplio respaldo de los uruguayos. Las dificultades del Pit-Cnt primero para sumar al Frente Amplio en su intento por derogarla, luego por lograr la adhesión de organizaciones afines como Onajpu e incluso recientemente, el anuncio del sindicato policial, hablan por sí mismos.

Recientemente se aprobó el Presupuesto Nacional para el quinquenio, otro hito que demuestra que la coalición de gobierno funcionó muy bien, con escasas y naturales diferencias entre los partidos que la componen. Se cumplió la promesa electoral de comenzar a solucionar el descalabro fiscal dejado por las administraciones frentistas, algo que muchos economistas no creían posible. Por primera vez en mucho tiempo se elaboró un presupuesto pensando en el país real, en aquellos que sostienen al Estado y no en quienes viven del Estado.

El camino que debe recorrer el Uruguay que es el de quitarle pesos y lastres a la economía real, a aquellos que invierten, crean, se esfuerzan y trabajan creando riqueza y oportunidades comenzó con buen tino. Lamentablemente el déficit fiscal más alto de las últimas tres décadas que heredó el gobierno actual impidió que pudiera bajar impuestos, pero la opción de mejorar el panorama de las cuentas públicas reduciendo el gasto en vez de volviendo a meterle la mano en el bolsillo a los uruguayos es un buen comienzo.

No se puede negar que fue una fortuna para el país tener al frente del timón en tiempo de pandemia a un Presidente con serenidad y aplomo, que sopesó bien el uso de las perillas y tuvo una actuación descollante.

Por otro lado, también este año deja a un gobierno bien plantado, popular y en sintonía con las necesidades de nuestro pueblo, mientras que la oposición se ha radicalizado, y lo único en que ha ganado este año es en mezquindad y rencor. La oposición por la oposición en sí, el palo en la rueda permanente incluso en medio de una pandemia y la crítica destructiva han sido la marca de la nueva izquierda uruguaya.

Basta apreciar los comentarios de legisladores frentistas en redes sociales, mintiendo sobre fotos del presidente, insultado y agrediendo sin ton ni son para verificar que estamos ante la peor oposición que ha tenido el país en muchas décadas. Los otrora moderados frentistas hoy no existen o callan, mientras que la abrumadora mayoría radicalizada lleva al Frente Amplio a chapotear desde el fango balbuceando incoherencias.

El 2020 deja, por lo tanto, un saldo negativo debido a la afectación de la pandemia, pero con posibilidades ciertas de emprender un futuro mejor cuando la comencemos a dejar atrás. Un buen gobierno y condiciones internacionales más favorables nos permitirán comenzar un camino de crecimiento económico, mejora social y mayor integración y verdadera solidaridad, no de la meramente declarativa que sufrimos los últimos tres lustros.

El 2021 será un año de nuevos desafíos, con un buen trecho para remontar la bajada del presente año, pero las fortalezas históricas del Uruguay junto a un gobierno que sabe interpretarlas y defenderlas nos harán capaces de nuevos logros. El gobierno ya comenzó a cambiar lo muy malo de los anteriores, con señas claras de identidad. Más libertad, más responsabilidad y más patriotismo son las claves para que nuestro país logre avanzar en estos tiempos complejos que, pese a todo, nos permiten mirar el futuro con optimismo.

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