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Estamos como en Vietnam

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Arrecia inseguridad

@|Con unos 40.000 asesinatos por año, ¿se podría afirmar que no estamos tan mal? 

“El primer año de Vázquez, en 2005, cerró con 190 homicidios. En su segunda presidencia, en cinco meses se suman 190 homicidios... podríamos llegar a... unos 400 asesinatos en el año”. Declaró G. Maciel, director de Fundapro. 

Solo para que se hagan una idea de la magnitud del problema. Si Uruguay tuviera la población de EE.UU., con esta tasa de asesinatos, tendríamos unos 40.000 homicidios por año, dado que EE.UU. tiene 100 veces más habitantes que Uruguay. 

La guerra de Vietnam, significó unos 50.000 soldados norteamericanos muertos. 

Dicha cifra resultó intolerable para la ciudadanía americana y generó una enorme ola de protestas, que culminó con el retiro del país de la guerra.
Nosotros, producto de la violencia criminal, en un solo año llegamos casi al equivalente para nuestra población. 

¿Cuántas guerras de Vietnam más deberemos sufrir para que el gobierno reaccione? 

¿No estamos ya frente a un estado de guerra interno entre la ciudadanía y la delincuencia? 

Realmente es difícil de comprender; ¿cómo es que siguen pensando que esta situación de alarma pública es producto de la exageración de los medios y de reacciones oportunistas de la oposición? 

Una de las funciones primordiales de un gobierno es proteger la vida y la seguridad de sus ciudadanos, tanto de amenazas exteriores como internas.
Dicha obligación está escrita en la Constitución de la República. 

Si el Estado no lo hiciere, perderá legitimidad y autoridad, y otros terminarán asumiendo las funciones y el rol que las autoridades omiten cumplir. 

Esto es fácilmente palpable hoy en día en las redes sociales. Arrecian los pedidos y expresiones de justicia por mano propia, de pena de muerte a los delincuentes, o de castigos y ejecuciones extrajudiciales. 

El gobierno parece no valorar adecuadamente la dimensión del problema.
Es de suma gravedad para el gobierno no asumirlo, ya que lo lleva a no actuar eficazmente para revertir esta situación, que ya es un estado de guerra interno, a punto de derivar en una anarquía, donde la autoridad y la presencia del estado comienzan a desaparecer en sectores cada vez mayores del territorio. 

Mientras tanto, los ciudadanos inermes e indefensos ante la delincuencia, no ven otra solución que hacerse cargo de su propia defensa. 

La defensa de la vida, la supervivencia en situaciones adversas, es un fin primordial del ser humano. 

Nada bueno puede esperarse de esta situación, y su esperable empeoramiento ante la anomia e inercia oficial, llena de explicaciones, y culpabilizaciones ajenas, pero sin cambios en su accionar, a pesar que año tras año, la inseguridad no ha parado de incrementarse.

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