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La (vieja) corrupción

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@|Recientemente, el presidente Bolsonaro tuvo un ataque de nervios cuando una reportera de televisión le increpó a él que no llevase el tapabocas en varias ocasiones riesgosas para todos.

Ya se lo vio, por ejemplo, en aglomeraciones y hace poco, en marchas motorizadas sin la mascarilla: una fue en San Pablo y otra, la última, en Porto Alegre.

Además de vérsele sin tapabocas aparece en una motocicleta con un casco que no está habilitado para su uso. Al contestarle a la periodista le achacó que la prensa era la culpable por la “destrucción de la religión y la familia brasileña”.

No cabe duda de que hablar de religión, rezar el Padre Nuestro públicamente y proferir la palabra simbólica “familia”, es una estrategia para limpiar una imagen cada vez más manchada, desdibujada y decadente. En este momento se investiga el caso de corrupción en la compra de las vacunas Covaxin.

Traer a colación estos símbolos como forma de querer cambiar la percepción colectiva de los ciudadanos de a pie, parece muy ingenua y tardía. Estamos, otra vez, frente a la vieja corrupción, tal vez tan vieja como el propio Homo Sapiens. Nada cambió.

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