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Venezuela tal cual es

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@| Venezuela ya no es noticia. Desapareció de la tapa de los diarios y de las portadas de los noticiarios de radio y televisión. Guaidó, que antes convocaba multitudes, solo reúne a un centenar de personas a su alrededor en sus salidas públicas. Y la reciente visita de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas Michelle Bachelet y su lapidario informe sobre torturas, muertes y desapariciones forzadas, no modificó un ápice el estado actual de cosas.

¿Qué ha pasado entonces para que lentamente el ambiente se sosegara y volviera todo a la normalidad?

Porque lo que ha pasado es eso, la vuelta a la normalidad ya que, bien vistas las cosas, en Venezuela nunca pasa nada en orden al sistema político allí vigente y lo que es peor, nada pasará en el futuro, porque está diseñado con vocación de eternidad, a imagen y semejanza de su “alma mater” cubana. Es decir, para que no cambie nunca.

Como en muchos órdenes de la vida, a veces es bueno recurrir a las fuentes y éstas en el caso presente nos conducen directa e inequívocamente a Cuba. Porque allí fue concebido el actual régimen a la muerte de Hugo Chávez, con indicación precisa de quién sería su sucesor, es decir, Nicolás Maduro.
Diseñado en Cuba y desarrollado por cubanos, que en número de veinte mil operan el sistema, aportando una experiencia de más de sesenta años en servicios de inteligencia, represión y sometimiento del pueblo mediante los diversos mecanismos que el poder absoluto pone en manos de los dictadores, cualquiera sea su signo. Porque los dictadores, como el fascismo, no son de izquierda ni de derecha.

Precisamente, por su hechura cubana, el régimen venezolano no es una mera aventura política, sino la concreción de la proclama castrista de 1989 “socialismo o muerte, marxismo-leninismo o muerte” y por ello no admite períodos de intermitencia ni retrocesos que pudieran alterar la hermeticidad del sistema ni su destino manifiesto de durar 100 años, tal como augurara su líder, ya difunto. Es decir, el comunismo, para el caso venezolano llamado socialismo del siglo XXI según la denominación del mexicano-alemán que la inventó, aunque luego se demostrara su total falsedad.

La mitología cubana, como todas las dictaduras, también tiene sus faunos, sus sirenas y sus centauros, bien visible en el vocabulario que debe repetirse a diario, tal como si fuera un mantra que acompaña sus oraciones revolucionarias. El “imperio”, la “derecha”, la “oligarquía”, la “revolución”, el “pueblo”, la “injerencia”, la “soberanía”, los “gringos”, etc., son parte inevitable del lenguaje cotidiano para mantener la cohesión del discurso, cuya sola invocación todo lo justifica.

La construcción nacional, es decir, “socialismo o muerte”, pasa por los secuestros, las torturas, las desapariciones, la violación de domicilios, la justicia corrompida a su servicio y las muertes sin límites cuando sean necesarias. Es el sistema funcionando normalmente y nada podrá detenerlo. Su designio es un camino en línea recta que no admite sinuosidades ni desvíos. Por ello, hablar de la “crisis venezolana” es un profundo error de comprensión de lo que es el régimen allí imperante.
Los padecimientos de todo tipo que sufre la población, empezando por la violación de los derechos humanos, forman parte del sistema, que deberá culminar con el acostumbramiento del pueblo. Allí donde las democracias ven disfuncionalidad, el régimen encuentra su andadura para consolidarse.

Donde aquellas ven crisis, éste ve normalidad.

Con los parapoliciales en las calles disparando a matar, el pueblo terminará asustándose de sí mismo y el camino para la eternización quedará despejado, aunque el famoso “diálogo” pasee su impostura por las cumbres internacionales pretendiendo alcanzar el horizonte. Nunca se llega.

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