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A veinte años de la crisis de 2002

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@|Por estos días leímos y escuchamos rememoraciones y análisis sobre la crisis bancaria de 2002. Lo que notamos en todas es que se insiste en la parte bancaria y en la financiera; por supuesto que fue muy importante evitar el default, conseguir ampliar plazos y el canje de deuda, pero se omite el rol de un protagonista fundamental en la salida: el agro.

Era un sector que entonces y por diversos factores, entre los que se destacaba el atraso cambiario que le quitó competitividad, llevaba once años de crisis. Todo agravado por el brote de aftosa de abril de 2001.

Pese a ello, el agro estaba en mejores condiciones para liderar la reactivación del país: una buena cosecha de cereales de verano, dos zafras buenas de terneros, la lana que confirmaba sus valores, la carne ovina que seguía abriendo brechas en el mercado. Tanto el ajuste cambiario, como la apertura de mercados, con la consiguiente mejora de precios contribuyeron a la recuperación de la rentabilidad del sector, que es la condición primera para sustentar cualquier cambio.

Esta mejora fue la que permitió pensar en afrontar un servicio de deuda, realizar inversiones y consolidar el crecimiento de la empresa.
En lo más inmediato, tras el feriado y el cierre de algunos bancos, mucha gente ajena al sector resguardó sus ahorros comprando hacienda y colocándola a capitalizar.

Alrededor del 2003 comenzó un prolongado período de crecimiento y profundas transformaciones, especialmente en la agricultura, que aún perduran, liderando el proceso de recuperación de la economía del país.

Fue un proceso de crecimiento generalizado que incluyó a todas las ramas de la actividad sectorial y con el ingreso a la categoría de país libre de aftosa con vacunación, las exportaciones del sector cárnico crecieron considerablemente.

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