@|Recuerdo cuando abrió un restorán vegetariano a pasitos de la añorante Avenida 18 de Julio, hace unos cuarenta años.

En mi memoria visual quedó grabado aquel mostrador plagado de vegetales que traía algo nuevo a aquella ciudad, donde sus habitantes solían tener en sus platos carne bovina como alimento diario por obvias razones culturales.
Ahora parece que está de moda el veganismo, que es como la alimentación vegetariana, pero no admite productos derivados del animal vivo, como los huevos o la leche. Además, hoy en día la cosa cambió.

El veganismo ya es considerado “una creencia filosófica que cuenta con el apoyo creciente en el Reino Unido y el resto del mundo”, argumenta el abogado Peter Daly, especializado en derecho laboral. Y en Inglaterra, “este movimiento” ya está protegido por la Ley de Igualdad contra cualquier forma de discriminación.

De aquella añorante ciudad con un novedoso restorán vegetariano, a la actualidad, los tiempos cambiaron seriamente.

Por otra parte, una creencia implica un dogma. Este dogma enyesa la propia creencia, que pierde libertad de reflexión.

En fin, hasta la cena de la entrega de los Globos de Oro en Los Ángeles era vegana.

Por lo tanto, se podría pensar que el veganismo estaría en proceso de incorporación a la vida de las personas, que perciben en forma colectiva el dolor infringido en la cría y faena de animales confinados para la alimentación.

El milenario yoga pregona una alimentación sin productos animales hace muchísimo tiempo. Asimismo, las investigaciones de Jane Goodall nos han dejado informaciones valiosísimas sobre los animales: son inteligentes, crean lazos afectivos, y sufren.

Pero una cuestión que no puede negarse es que, desde tiempos inmemorables, los humanos se alimentan de los productos que los rodean, sean animales o vegetales, porque al fin y al cabo, hay que alimentarse.