@|El plan de vacunación por el Covid ha tenido un porcentaje parcial aceptable de la población pese a las estrategias y profusa comunicación gubernamental con el apoyo de los científicos, esfuerzos valiosos del personal de la salud y colaboradores.

Sin embargo un grupo de la ciudadanía no le ha dado la importancia que tienen las vacunas a la hora de evitar la muerte.

Los porcentajes de infectados en CTI y muertes aumenta gravemente, mientras asistimos a la indiferencia de una población inconsciente, reuniones prohibidas y reiteradas fiestas clandestinas.

Por lo visto desconocen los recursos invertidos con absoluto desconocimiento y se burlan de los protocolos establecidos y del requerimiento de los cuidados preventivos.

Esto requiere de medidas más severas, que a veces son difíciles de controlar.

No obstante, existe una franja que va de los 20 a los 30 años agendada hace más de 2 meses que ha quedado colgada sin ningún aviso sobre su turno.

Cientos de personas, amigos, familiares, conocidos del trabajo viven la angustia del contagio, conscientes de los cuidados exigidos. Y lo que resulta más grave es que están impedidos de ir a trabajar en transportes saturados en horas pico, porque el patrón, la empresa o comercio le exige la vacuna.

Esta situación abarca a todas las clases sociales, donde los más vulnerables no tienen vehículo y necesitan recursos para elementales necesidades, a pesar de la catastrófica falta de empleo heredada de la anterior administración. Se asegura que hay vacunas. Muchos ya tienen la segunda dosis.

Este reclamo puede ser un grito en el desierto, una súplica que tal vez llegue a las autoridades que tienen el poder y la obligación de una decisión sobre esta franja etaria mencionada. Evitando así el aumento de una curva de difícil manejo, para no llegar al extremo de secuelas que deja la pandemia así como la pérdida de vidas humanas.