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El Uruguay de Bonomi

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@|Cada vez se hace más repudiable la “porfiadera” del gobierno de mantener la actual gestión del Ministerio del Interior.

No hablamos de Bonomi persona, sino Bonomi gestión, lo que representa, un no reconocimiento del gobierno que existen fallas y deficiencias groseras en el operar del MI. 

Nada garantiza que un sucesor/remplazo del actual ministro implique revertir la tendencia delictiva con escalada violencia, con el aumento de delincuentes peligrosos que no logran ser detenidos por las autoridades; sin embargo, cesar al actual secretario de gobierno puede ser un mensaje a la sociedad. 

Queremos un cambio, y los ministros saben que representan los logros y fracasos de sus respectivas dependencias, y que en ellos recaen los simbolismos de todo el aparato. 

Bonomi no es culpable de lo que sucede, que es un cóctel/combo de problemáticas económicas, sociales y regionales. No obstante, mantenerse en su cargo, parece una negación absurda, que junto con algunas de sus declaraciones, se asemejan a un chiste de mal gusto en oídos de víctimas y familiares. 

Poco importan las estadísticas si hablamos ya de asesinatos (literalmente ejecuciones) con cizaña, que no pueden ser catalogados como su famosos “ajuste de cuentas”.

La permanencia en el puesto del Señor Bonomi ya es indefendible, y repito, desde la perspectiva de los que simboliza y representa, y el mensaje que su anclaje en su sillón transmite es claro: seguimos depositando el problema en el afuera, la sensación de inseguridad, los medios y la oposición, sin un mea culpa. 

Aun ni el más fanático afín a la fuerza de gobierno puede negar el aumento exponencial de casos de asesinatos, violencia innecesaria, bandas, ajustes de cuentas, feminicidios, ejecuciones y personas desplazadas de sus hogares (con delincuentes armados con arsenales bélicos), sería una miopía ideológica viciada de dogmatismo absurda negadora de realidad. 

Es momento que el Sr. Tabaré Vázquez (Presidente) envíe desde su gestión un mensaje claro: cambiaremos nuestro modus operandi en la forma de concebir y plasmar políticas de seguridad, comenzando con desplazar a quien representa las actuales.

Por otra parte, que su fuerza de gobierno (FA), sostenido en sus mayorías parlamentarias, promueva reformas legislativas procesales que quiten el “garantismo” desmedido de la ley para con el delincuente, y dote a una Policía devaluada, desvalorizada y con pérdidas de la facultad de mando, no con más agentes y mayores salarios, sino con marcos normativos que respalden su accionar y le devuelvan el monopolio de la violencia legitima.
Repito, reducir la problemática a Bonomi no resuelve los planteos que lo atraviesan la problemática social pero implican un reconocimiento explícito de las problemáticas en seguridad y la intensión (evidenciada en ese gesto) de cambiar de rumbo.

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