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Tránsito caótico

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@|Manejar en las calles de Montevideo, es caer en una selva de dos y cuatro ruedas.

Cuando uno viaja y ve cómo funciona el tránsito en países donde las autoridades ejercen los controles, se da cuenta de qué lejos estamos. Cuando el Frente Amplio asumió la IMM en el año 1990, entre las promesas que hizo, fue la mejora del tránsito en la capital. Pasaron 32 años y cada vez es peor la circulación por las calles.

Antes de la instalación de las cámaras de control, uno veía a los inspectores en distintos puntos de la ciudad. Ahora que pueden cobrar multas on line, parece que los inspectores se entretienen con el celular.

Para agregarle un condimento más a la situación, la aparición de los deliverys fue la gota que colmó el vaso. Son cientos los que circulan por las calles de Montevideo, muchos de ellos a contramano, no respetando las señales, a toda velocidad por las veredas y sin los elementos de protección necesarios. Son unos atrevidos porque han salido a manifestarse protestando porque no son respetados en la calle, cuando ellos son los que no lo practican. Se comenta que mayoría no tiene libreta de propiedad ni de manejo, ni seguro y trabajan en negro.

A pesar del desastre imperante, la División Tránsito de la IMM hace la plancha. Antes se les veía ejerciendo controles a las motos en distintos puntos de la ciudad y por día se decomisaban decenas por diversas infracciones. Ahora parece que están muy ocupados con la campaña por el SÍ y no tienen tiempo para cumplir con su trabajo, para lo cual pagamos impuestos usureros.

Quienes los votan lo hacen por ideología o conveniencia, no por los resultados. De lo contrario, les falta una neurona.

Este preámbulo vino como consecuencia de que la semana pasada, mi hija tuvo la desgracia de sufrir un accidente de tránsito al toparse con un delivery. Ella circulaba correctamente en su auto y de pronto un kamikaze de estos se lanzó desde la vereda a la calzada, justo en el momento que ella pasaba. Vecinos del lugar confirmaron lo sucedido. A pesar de la frenada que hizo, fue imposible evitar golpearlo. Como consecuencia, la moto quedó debajo del auto y comenzó a incendiarse. Afortunadamente un vecino con un bomberito pudo extinguir el fuego. El delivery, a pesar del golpe, estaba consciente y fue atendido en forma provisoria por un vecino vinculado a la salud. Mi hija sufrió un ataque de nervios y cuando llegué al lugar, estaba llorando desconsoladamente, no preocupada por los daños del auto, sino porque habría atropellado a una persona.

Al llegar la emergencia nos informó que el accidentado estaba bien, pero fue llevado por precaución a un hospital. A posteriori nos enteramos que la Policía había constatado que el motor de la moto era robado. Esto nos aclaró porqué el motonetista no quería esperar la ambulancia y se quería ir.

La reparación del vehículo asciende a la suma de US$ 1.000, de la cual el seguro sólo cubre el 40%, el resto lo tiene que pagar mi hija de su bolsillo. De estos casos debe haber cientos por mes, pero como los perjudicados son personas de nivel medio hacia arriba, a la izquierda municipal no le importa. Ellos protegen a quienes violan las normas, así como a nivel nacional, protegían a los malandras considerando que su situación era por culpa de la sociedad.

Los contribuyentes nos preguntamos: ¿a qué se dedican las horas que están en la oficina? Dedíquense a laburar que para eso están, nosotros somos sus patrones, pero lamentablemente no los podemos despedir, como sucede en cualquier empresa privada cuando no cumplís con tu tarea. La inamovilidad es un vicio que corrompe e incentiva la vagancia. ¿Cuándo la derogamos?

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