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Tolerancia cero

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@|La inseguridad es un tema recurrente en el día a día de los uruguayos y será excluyente en la campaña electoral que se avecina, sólo los que den respuestas creíbles tendrán posibilidades de éxito. 

Los que no saben qué hacer, dicen que es un problema regional y mundial, otros prefieren afirmar que no es para tanto, mientras que los que tienen la responsabilidad de buscar soluciones al no encontrarlas le echan la culpa al otro, a la desocupación, al capitalismo, al mercado, al consumismo, a las cárceles, a la educación o al Mides, y estando la pelota en campo ajeno se tienden a descansar de tanto esfuerzo. 

No cuesta nada repasar nuestra historia y ver como era el tema de la seguridad y la delincuencia durante la colonia, donde las casas de familia todas tenían rejas muy importantes, que se pueden ver recorriendo la ciudad vieja en Montevideo, los comercios de esa época denominados pulperías tenían rejas sobre el mostrador que separaban al comerciante de sus clientes, al delincuente prófugo se le denominada matrero y malhechores a las bandas que asolaban la campaña. 

En ese marco, las autoridades encomendaron al Ejército que se encargara de perseguir a los que actuaban al margen de la Ley, dando tal responsabilidad a un tal José Artigas, quien combatió a los irrecuperables e integró a las fuerzas armadas al resto de los desocupados, formando con ellos el Ejército que nos dio la independencia nacional. 

Bajo el principio de “Sean los Orientales tan ilustrados como valientes”, les dio disciplina y educación, lo que aunado con la reforma vareliana, así como todas las que se produjeron en la primera mitad del siglo XX, donde se rendía culto al trabajo, a la democracia, a la educación y al ascenso social como consecuencia del esfuerzo, trajo como consecuencia la eliminación de las rejas, la costumbre de dormir con las ventanas abiertas, sin miedo, ver los niños jugando en la calle hasta tarde, dejarle al repartidor de la leche o el pan, el dinero y el recipiente en el marco de la puerta de calle, sin que nunca faltara un solo peso. 

Todo comenzó a cambiar en la segunda mitad del siglo pasado, cuando un grupito de autodenominados iluminados, comenzaron a cuestionar ese modo de vida y a copiar del exterior, la violencia, los ajustes de cuentas, la justicia por mano propia y el robo, justificando todo por razones ideológicas, donde los derechos humanos pasaron a ser un comodín en defensa de quienes delinquen y en perjuicio de las víctimas. 

El retorno al Uruguay seguro, solo será posible volviendo a nuestras raíces, con tolerancia cero para quienes delinquen, con hincapié en los derechos humanos de las víctimas de la delincuencia y una educación fundadas en valores y no en el aplauso fácil a los transgresores, con justicia social real, con los principios artiguistas, donde no se martirice al preso, pero que si es irrecuperable y un peligro para la sociedad se le mantenga recluido.

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