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El suicidio del FA

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@| El suicidio del FA se llama Bonomi. La voz del pueblo es sabia, cualquiera sea éste. 

Solo los necios, ensoberbecidos, la desoyen.

Se cumplió mi presunción frente a lo previsible: perder un gobierno por mantener, tercamente, a un inservible en sus filas.

Lo más curioso es que el partido de gobierno ya había hecho lo más difícil: depurar sus filas al deshacerse de un vicepresidente que, sin duda, lo hundiría en las urnas.

Y sus propios electores, sumados a muchos uruguayos que vieron un gesto de humildad y sabiduría en ese acto democrático, lo aplaudieron: era lo acertado.

¿Por qué, entonces, “inexplicablemente", mantuvieron en sus filas y en activo a un desacreditado ministro que inclinó la balanza, cuando el sentido común y el clamor popular indicaban su inmediata remoción?

No dudo de que si se hubiera tomado esa justa medida, no haría falta revisar con lupa la alacena de los votos, escrutando el trozo de pan viejo con que matar el hambre electoral.

El FA hubiera ganado con la fusta bajo el brazo con solo tirar por la borda a un lastre inútil. La confianza excesiva, unida a la necedad cegata, suele ser un cóctel venenoso.

Se impone una severa mirada crítica interna para mejorar, y aprender a futuro, a escuchar al pueblo.

Las lecciones de humildad, aunque dolorosas, son necesarias y fortalecen a los partidos y a las gentes.

Es saludable abrir las ventanas del hogar para renovar el aire viciado.

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