@|Es triste reconocerlo, pero la “vida se ha hecho selectiva” pareciendo ser este verano reservada para algunos, limitada para otros. Ya no es posible vivir en plenitud, si el reloj del tiempo vital no nos autoriza. Quienes entramos en la vejez, superando la tercera edad, hemos sido nuevamente confinados a una forzosa reclusión, so riesgo de ser alcanzados por la inclemente Ómicron.

La aparición de la insaciable variante ha elevado de manera exponencial los casos, internaciones y fallecimientos siendo causa de los primeros jóvenes y, blanco de estos últimos, quienes vemos plateadas las sienes por el paso del tiempo. Aunque todos estamos expuestos se infectan los jóvenes, pero fallecen más viejos.

Los viejos no se infectan en soledad, son familiares o relaciones que nos acercan al temible virus. Esta es la encrucijada: o vivimos en sociedad con inmenso riesgo o sobrevivimos aislados en una minúscula burbuja.

Cada uno decidirá cuál de los caminos tomar, aunque muchos no tendrán opción por su hábitat. Pero no cabe duda que la vida se ha vuelto “selectiva”, injusta y limitada para quienes disponemos, por los años vividos, de menor tiempo para disfrutar de ella de acuerdo a nuestro albedrío, estando presentes.