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Un ruego a la juventud

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@|Ya no caben dudas, en ningún lugar del mundo, que las cifras de la pandemia han crecido exponencialmente después de eventos que congregaron diversos grupos humanos, mayoritariamente jóvenes.

En nuestro país, primero el Pit Cnt, infaltable promotor y protagonista de reclamos, marchas y reuniones. Luego la innecesaria Marcha de la Diversidad, las reuniones religiosas prohibidas de cultos no tradicionales, las injustificables fiestas clandestinas, la concurrencia a los free shop de Rivera y el Chuy, los interminables reclamos de gremios y agrupaciones afines a la planificación desestabilizadora del Frente Amplio y últimamente y para no alargar: la Navidad, el Fin de Año y la temporada de playas.

Aquellos, en su mayoría jóvenes, a quienes los abuelos, los padres los criamos con cariño, los cuidamos y educamos con dedicación y les pagamos sus estudios con orgulloso esfuerzo para que tengan un futuro mejor que el que nosotros tuvimos; nos retribuyen con desinterés por quienes no piensan o actúan como ellos, soberbia ante autoridades sanitarias, normas, protocolos y recomendaciones, desafío a las autoridades públicas y a las normas de convivencia que pide el gobierno y falta total de apego y empatía con los mayores.

¿Dónde quedó la solidaridad? ¿Dónde quedó la responsabilidad ciudadana?
¡Por favor, escuchen esta vez el ruego de un abuelo octogenario que tiene 5 hijos y 11 nietos! Que hace meses que vive confinado en un departamento pequeño, sin poder ver, abrazar o dar un beso a ningún familiar…

¡Por favor, tomen consciencia y ayúdennos a salir todos juntos de este obligado cruel confinamiento! Y les aseguro, les prometo que pronto, muy pronto volverán las fiestas, los cumpleaños y casamientos, los abrazos y los besos, volverá la vida… Y, sobre todo, retornará la confraternidad.

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