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Respuesta a la Ministra Muñoz

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@| Quien esto escribe he sido profesor durante muchos años –casi desde su misma Fundación- de la querida Universidad Católica. Que no fue, empero, la que me formó como profesional del Derecho y como docente, ya que cursé mis estudios en la siempre añorada Universidad de la República.

Si hoy, desde mi forzoso retiro por edad, me he decidido a escribir estas líneas, es para salir al cruce de unas infelices declaraciones de la Ministra de Educación y Cultura Dra. María Julia Muñoz, quien para atacar a un actual contrincante político, no ha vacilado en denostar de paso, a la Universidad en que éste se graduó, calificándola como “un grupo selecto donde se paga”.

Y, ante el llamativo e inexcusable silencio de las autoridades de esta casa de estudios, lo hago por todos los alumnos que han pasado por mi aula, entre ellos el mismo Luis Lacalle Pou, concreto destinatario de su torpe ofensa. Porque cabe preguntarse si, en su fuero íntimo, la Señora Ministra piensa que Luis -lo mismo que los demás- obtuvo su título de abogado… ¡porque su familia pagó por ello”.

Sí Dra. Muñoz: efectivamente los cursos en la Universidad Católica (al igual que en las otras universidades privadas del país) son pagos. Y lo son Señora Ministra, porque el paso del tiempo ha demostrado la incapacidad del poder político -del que usted, en su muy bien remunerado cargo, se ha aprovechado desde hace muchos años- para atender debidamente una creciente demanda de quienes sentían y sienten que la educación pública terciaria estatal, sea por su insuficiencia locativa o por las reiteradas interrupciones de sus servicios por paros u ocupaciones, no daban debida respuesta a quienes deseaban formarse como profesionales en condiciones de razonables eficiencia y seguridad. No me refiero –y que quede claro- al nivel de la enseñanza brindada, pues los profesores (entre los que me incluyo) éramos y son los mismos en ambos ámbitos, sino a las muy disímiles condiciones en que debía desarrollarse nuestra tarea educativa. Y una parte muy importante de ese inocultable desfasaje, le corresponde a quienes, en los varios lustros del gobierno que Ud. integra, no han sabido dar una respuesta adecuada o medianamente satisfactoria a aquellos múltiples e indispensables requerimientos.

En cuanto a su concreta apreciación de que los egresados de la UDELAR constituyen un grupo “selecto”, debo darle la razón. Efectivamente lo son, pero por sus condiciones morales, por su disciplina y contracción al estudio y su fuerte compromiso con el país (entre ellos -como uno más- Luis Lacalle Pou). Personalmente tuve el placer de comprobarlo con las varias decenas de alumnos que, en tantos años, han pasado por mi aula; en su gran mayoría, hoy ya convertidos en profesionales capaces, honestos y laboriosos. Pero sepa que no todos provenían de sectores económicamente altos (de esa “burguesía”, a la que Ud. tantas veces denostara públicamente), sino que casi un 20% de ellos eran usufructuarios de becas, en los casos en que se demostraba fehacientemente que carecían de los recursos exigidos; solo con el razonable compromiso de tener que aportarlos, una vez recibidos. Y algo más Señora Ministra: no todos los padres que pagan para que sus hijos accedan a la Universidad Católica, por considerarla la más adecuada para el mejor futuro de sus hijos, provienen de las clases pudientes, pues bien me consta que una gran parte de ellos lo hacen con un gran sacrificio y privándose de muchas cosas, solo porque tienen el convencimiento de que, desde hace un buen tiempo, la enseñanza pública y gratuita que Ud. debe prioritariamente rectorar, lamentablemente no le ofrece las mismas garantías.

Señora Ministra de “Educación y Cultura”, que ese es su cargo casi vitalicio: mejor ocúpese -en estos pocos meses que le quedan antes de pasar al ostracismo- en hacer algo positivo por la enseñanza pública; y deje que la privada siga haciendo lo suyo. No me sorprende su infundio, ni me resulta suficiente su posterior intento por desdecirse del mismo. En su calidad de médica recibida no pongo en tela de juicio su “cultura”; pero sí, en cambio, me permito hacerlo con su “educación” (o mejor dicho, con su “buena educación”); y sobran los públicos ejemplos en tal sentido.

Y por último, me permito recordarle que –como bien lo expresa la eterna sabiduría del conocido refrán; “No ofende quien quiere, sino quien puede.”

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