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Nos quitaron el verde

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@| Un parque por definición es un “terreno destinado en el interior de una población a prados, jardines y arbolado para recreo y ornato” (RAE).- El parque “Juan Zorrilla de San Martín”, conocido popularmente como Parque Villa Biarritz, fue creado en la década de 1930 y declarado monumento histórico en el año 1975. Es indudable la importancia de un espacio verde en una ciudad ya que no solo visualmente es agradable, sino que permite a sus habitantes alejarse, aunque sea un instante, del asfalto, el tránsito y el ritmo acelerado de una urbe y estar en contacto con la naturaleza teniendo un momento de paz, sosiego, o recreo.

En el parque hubo desde siempre un espacio reservado para juegos infantiles (hamacas, sube y bajas, jaula de los monos, arenero, etc.), y con motivo de que el piso de piedra laja de alguno de dichos juegos, así como su senda central estaban algo deteriorados, se imponía su reparación, pero la IMM fue más allá no se abocó a la reparación y mantenimiento de dicho lugar y sus juegos, sino que en enero de este año comenzó lo que llamaron la “adecuación” de dicho espacio infantil.

La llamada “adecuación” comenzó a mediados del mes de enero y recién el 4/6/19 fue terminada (6 meses), y la misma consistió en sacar todo el pasto, y en su lugar hacer una explanada de cemento, instalar un solo juego –que no sólo estéticamente es de mal gusto- sino que los niños pequeños no pueden usarlo porque corren el riesgo de caerse,- tapar el arenero con adoquines, y poner debajo de algunos juegos unos pisos de ecocaucho de formas circulares y ovoides de colores chillones (rojo, naranja, violeta, amarillo, etc.).

Hubiera sido mejor, más respetuoso del medio ambiente, más amable con el entorno, y más barato (la “adecuación costó $ 11:920.539), hacer las reparaciones y pinturas necesarias, “pero mantener el pasto, el verde natural”. En su lugar se transformó el parque en una plaza seca, de asfalto y colores estridentes que en lugar de inspirar paz y sosiego, inspiran inquietud y rechazo. He conversado no solo con los vecinos del parque sino con otras personas que vienen con sus hijos y nietos desde otros barrios y el disgusto y disconformidad es unánime, ni que hablar de los que vivimos en los edificios frente al parque (y que nos cobran impuestos acorde a ello), el paisaje nos ha cambiado abrupta y absolutamente condenándonos a ver una explanada de cemento y figuras geométricas de colores estridentes como si fuera un caleidoscopio psicodélico.

Por último me pregunto si las autoridades municipales para hacer su “adecuación” consultaron previamente a la Comisión de Patrimonio Histórico, sospecho que no, porque ésta no hubiera prestado su consentimiento a esta “adecuación” mamarrachesca, costosa, e irrespetuosa del entorno.

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