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El pueblo en Salto y Santa Clara

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@| En menos de un mes se suscitaron dos episodios de similares características que gracias a la tecnología y a la libertad de información que se propicia en las redes sociales, se hicieron públicos en cuestión de horas. 

El primero fue el jueves 17 de mayo en un frigorífico del departamento de Salto, en ocasión de un piquete sindical con ocupación que impidió el ingreso de un grupo de trabajadoras a su lugar de trabajo. Una trabajadora llevaba la voz cantante, y con admirable coraje y fuerza argumental le explicaba a la patota sindical que ella y sus compañeras querían ejercer su libertad de trabajo. 

El segundo episodio que también quedó documentado en varios videos ocurrió en Santa Clara de Olimar, en el departamento de Treinta y Tres, el pasado sábado 9 de junio. Un grupo de sindicalistas viajó desde Montevideo para ocupar la única estación de servicio de dicha localidad olimareña, impidiendo que el propietario de la empresa despachara combustible a sus clientes. Agravó la situación que esta ocupación se diera en medio de un evento hípico importante para la zona, y ello motivó que el hartazgo ciudadano se evidenciara. Los habitantes del lugar se acercaron a la estación de servicio y dejaron de manifiesto su descontento con el atropello sindical. 

El denominador común de estos episodios es la prepotencia sindical, legitimada por el Frente Amplio desde el año 2005, y la inmediata reacción de las víctimas que antes tal vez no se atrevían a defenderse.
Los sindicalistas marxistas suponen erróneamente que existe el “derecho” a atropellar la libertad de trabajo, la libertad de empresa y la propiedad privada, y por tanto pretenden que las ocupaciones sean respetadas. 

En el interior del país, felizmente prevalece la cultura del trabajo y la libertad, y las patotas del Pit-Cnt no son bien recibidas sino todo lo contrario. Los colectivistas creen que pueden atropellar las libertades individuales impunemente y no están acostumbrados a que alguien oponga resistencia.  

Sepan las cúpulas sindicales que tal como se vio en Salto y Santa Clara, a lo largo y ancho del país hay individuos que no están dispuestos a ser avasallados por prácticas violentas de una ideología totalitaria que inocula odio y resentimiento, y vive de crear enfrentamientos.

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