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Un proceso de deshumanización

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Cambian los hábitos

El último videoclub que había más cerca de mi casa –a unos tres kilómetros– acaba de cerrar sus puertas.

Está clarísimo que la televisión por cable y las plataformas digitales que llevan, por un módico precio, la videoteca hasta tu hogar, imposibilitaron la coexistencia del negocio que alquilaba películas en un espacio físico, el del comercio establecido.

Pensé en las dos personas que quedaron desempleadas, en la tienda que permanecerá vacía, en fin, en la vida del barrio.

El confort del hogar nos deja con pereza, pachorra, inmovilidad, en soledad. Poco a poco nos volvemos más sedentarios, sin darnos cuenta. Ahora ya no preciso ir al videoclub –muchas veces iba caminando, conversaba con los empleados- porque en este momento busco las películas con el control remoto, aprieto unos botones, y pronto.

Dejamos ciertos hábitos que implicaban más contacto social. Estamos configurando con nuestras nuevas costumbres una sociedad menos humana, más fría, menos solidaria, más desintegrada.

En la actualidad vivimos un cambio de paradigmas enorme. Por otra parte, he leído que hasta la industria del cine tiembla frente a esta nueva factoría del audiovisual como entretenimiento.

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