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Presos políticos en Domingo Arena

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@|La dinámica social y cultural que anima a los promotores del relato es clara. Se trata de revisar el sistema representativo de gobierno, esencia de nuestro sistema republicano.

En el caso de lo sucedido en los años sesenta y setenta, nuestra sociedad se manifestó primero a través de sus representantes. Así nacieron la ley de Amnistía primero y la de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado después. Entonces no se trataba de olvidar, sino de construir una sociedad mejor desde el inmenso dolor vivido.

Los legisladores de la recuperada democracia votaron por el perdón como una solución posible para zanjar, definitivamente, un pasaje luctuoso en la vida de nuestra Nación. La delicadeza del tema y la posición de una minoría ameritó una consulta popular que claramente ratificó el rumbo.

Veinte años después fue necesaria otra consulta que, con el paso del tiempo como ingrediente adicional, subrayó la decisión tomada.

Luego, una minoría absoluta aprovechó circunstancias políticas efímeras para apelar al sistema negado al convocar las consultas populares ya mencionadas y sancionó una ley interpretativa que acomodó las cosas a su antojo.

Pasado el tiempo, aquella mayoría circunstancial en el parlamento a la que apeló la izquierda para torcer la voluntad popular, se desintegró para ser sustituida por otra conformada por cinco partidos políticos alineados en torno a un proyecto de país definido, básicamente, por oposición a lo vivido en los últimos quince años de imperio frenteamplista. Y muchos nos quedamos esperando que, en este tema, intervinieran.

Entender el silencio de la coalición multicolor en este tema, también es necesario para comprender los tiempos que vivimos. El relato paraliza y nuestros líderes se pierden en la especulación entre lo que corresponde y lo que genera votos. Y en el medio, se pierden valores, se hipoteca futuro y se convalidan antecedentes delicados, como el avasallamiento del Debido Proceso en los procedimientos judiciales, con lo que todos los ciudadanos quedamos expuestos al capricho de la ideología dominante en los ámbitos judiciales.

Los procesamientos con régimen de prisión preventiva para los viejos soldados, sobrevivientes de los años crueles, se vienen produciendo a partir de la convicción de fiscales y la anuencia de los jueces. Esto es, sin pruebas. Muchos de estos protagonistas están públicamente asociados a partidos políticos cuya ideología sostiene al relato, ninguno ha rechazado causas por su compromiso ideológico y las denuncias públicas de estos vínculos no movilizó a la estructura judicial.

El caso de la Dra. Guianze resulta paradigmático al respecto. Los fallos determinan procesamientos que se basan en el rumor, los trascendidos periodísticos y la adhesión a distintos convenios internacionales adaptados caprichosamente. En buen romance, la mayoría es procesada sin pruebas a partir de la convicción de los jueces y fiscales y esto, que parece la justificación de un trámite administrativo, es grave. Refiere al honor y la libertad y queda en manos del humor o la ideología de quienes imparten justicia. Y todo, irónicamente, en nombre de la verdad.

El empecinamiento del relato resulta contundente, tanto como para llevarse puesto también a los recursos que invoca y sobre los cuales se para.
En el caso de los tratados internacionales, se sirve de ellos para cambiar carátulas y establecer nuevas configuraciones, pero ignora la claridad con la cual se establece su condición no retroactiva. Nuestros relatores viajan en el tiempo con la misma impunidad que pretenden castigar. Y por alguna razón que confieso se me escapa, no existe recurso alguno que pueda revertir este tema, salvo una decisión política. Todos los argumentos se caen ante un muro de necedad que impone un imperio de terror en tiempos de paz.

La corporación judicial se alineó en torno al relato, la coalición de gobierno, como corresponde, respeta la separación de poderes y la izquierda radical que supone una minoría absoluta en el ámbito de la oposición se regodea ejerciendo hoy más poder que cuando integraban el gobierno.

El dato curioso surge de la respuesta de los cinco partidos que hoy conforman al gobierno, que exhibe sutiles niveles de fragilidad. En este contexto la actitud del Presidente de la República, capitán de una coalición de gobierno comprometida con las ideas Republicanas corre el riesgo de operar como cómplice para un crimen institucional que solo la historia podrá aquilatar en su real dimensión.

En los hechos, nuestra sociedad hoy opera formalmente como una democracia plena, pero mantiene presos políticos, rehenes de un relato caprichoso y sesgado que solo puede entenderse como peaje hacia una realidad no deseada sobre la cual, expresamente, la ciudadanía se ha manifestado claramente.

Entonces, ¿cuál es el plan?

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