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¡Un poco de grandeza, por favor!

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@|¡Que el mundo es una porquería, ya lo sé!

Hoy vemos cómo el virus del Covid-19 ha tenido una grave influencia sobre la economía mundial. Se cierran fronteras con afán de detener su propagación; circunstancia que no ha sido muy efectiva, pero que ha socavado las industrias sin chimenea como el turismo, el transporte aéreo, los espectáculos en sus diversas formas…

Los gobiernos han adoptado diversas posturas para combatir su expansión y sus efectos.

China fue el origen y su método de combate fue el aislacionismo tardío de una de sus provincias, luego de lo que desparramó por el mundo.

Italia, el segundo país en orden cronológico, se vio desbordada en su sistema sanitario. Pronto le siguieron España y Francia. El gobierno del Reino Unido pretendió ignorarlo, hasta que su Primer Ministro contrajo el virus y tuvo que ser internado, para disponer medidas de confinamiento.

Siguiendo el curso de la rotación de la tierra, el virus llegó a América y los dos países más afectados dada su superficie y población, fueron Estados Unidos y Brasil. Sus presidentes decidieron no atenderlo y luego que los contagios y los fallecimientos se multiplicaran, culparon a los gobernadores de los estados por sus consecuencias adversas.

En nuestro país se trabajó para ejercer un control epidemiológico estricto y un llamado a la responsabilidad individual sanitaria.

Luego de haber suspendido la mayoría de las actividades, se procedió a su reapertura gradual y controlada, lo que ha permitido que la epidemia se mantenga bajo una relativa calma.

Ahora bien, hay sectores minoritarios de la sociedad que no les importa un comino llevar a cabo actos que puedan afectar la salud de sus congéneres. Y dos por tres aparecen llevando adelante proclamas políticas que sólo obedecen a un propósito irracional de confrontar, movilizar a radicales, y generar reacciones destempladas en la sociedad.

Parece ser que a la central sindical no le preocupa recuperar niveles de empleo, sí de convocar paros contra el gobierno impulsando el mantenimiento de niveles salariales en el sector público, cuando el sector privado está bajo una severa recesión y es el sostén de su sustento económico a través de impuestos y otras formas de recaudación.

Se sostiene una entelequia basada en un crecimiento del gasto público y de su consecuente endeudamiento del que sus compinches políticos hicieran abuso y que determinó su derrota electoral dado el hartazgo de la población.

Otro blanco de sus críticas es la gestión policíaca, que les resulta infumable dado que está demostrando en ocho meses de la nueva administración que se trataba de un problema de gestión, dado que los policías siguen siendo los mismos.

Llueven las críticas destempladas de voceros del FA y su brazo sindical. Vuelven a usar su estrategia del tero, que distrae la atención de su nido. Es que tienen muchos frentes abiertos, ya sea por defalcos, errores, desidia o como le quieran llamar, cosechados en sus quince años de gobierno.

Y no existe la más mínima intención de reconocerlos. Su pretendida solidaridad con los más vulnerables ya se ha visto destruida con los índices de marginalidad que dejaron antes de la pandemia, con la situación en las cárceles, con el déficit fiscal y el endeudamiento externo.

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