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Una pequeña historia...

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*|Una pareja de adultos mayores concurre, como desde hace tiempo, todos los domingos, a desayunar a un shopping. Es una vieja costumbre. Casi un rito. Café y leche para ambos, pan de campo y mermelada, ella. Tres medialunas, él. Y leer el diario. Es temprano, mesas libres.
Todo el personal es joven. Sin embargo, hay saludos discretos y amables sonrisas entre estos veteranos y aquellos muchachos que, a veces, se cruzan algún comentario: el tiempo, ¿qué estás estudiando?, cosas así, en fin. Todo bien.

Pero este domingo pasado la cosa fue completamente distinta. Cuando llegaron, encuentran que la única mesa libre estaba reservada: tiene globos, cartelitos de bienvenida con flores pintadas y un “los queremos”, destinados a personas que se quiere homenajear.

Se preguntan a quién o quiénes... ¡A ellos! No lo pueden creer.

De pronto se ven rodeados por estos jóvenes que los abrazan, los agasajan con un cariño amasado a lo largo de tantos domingos- quieras que no, compartidos- cimentando un trato amistoso con cada vez más afecto hasta desembocar en este homenajecito pleno de emociones para un par de personas, digamos... grandes y un grupo de jóvenes todo alegrías.
Sonríen desde otras mesas personas que miran con simpatía lo que está ocurriendo y por un rato flota en el aire ese no sé qué de ingenuo júbilo que nos hace sentir más buenos, ¿viste?

Pequeña historia. Simple, pero reconfortante. Uno se pregunta si vale como para que sea publicada. Y concluye que sí. Porque esta juventud conoce el valor de la sonrisa, de la amabilidad en el trato -los hemos visto disfrutar mientras lo hacen- con toda la corriente de seres humanos que por allí pasa todos los días.

Como para que alguien de “aquellos tiempos” (y por eso estas líneas) se ilusione y sienta que hay una “nueva ola” juvenil y el Uruguay “de antes” vuelva a ser el del cordial entendimiento entre todos sus ciudadanos. Te aseguro que así fue y sería buenísimo que así sea. Amén.

Los muchachos a que alude esta nota atienden el Mc Donald’s del Shopping de Tres Cruces. Sanos, buena, muy buena gente. Un ejemplo de cómo trabajar felices dando pequeñas felicidades a los demás. De eso también se vive, ¿no?

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