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Parque del Plata, crónica de una muerte anunciada

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Avanza erosión

@| Si bien vivo en Montevideo, veraneo en el balneario Las Toscas hace 51 años.

Recuerdo con infinito cariño las caminatas que realizábamos con mi abuelo, sobre todo en los meses de invierno, hasta la desembocadura del arroyo Solís Chico.  

De un año a otro, ella se movía hacia él este u oeste no más de 50 ó 100 metros, sorprendiéndonos cada vez que la visitábamos.
Pero algo ocurrió un día, hace ya más de 25 años, donde el arroyo, afectado por la mano del hombre, modificara su trazado para ya nunca volver a ser el mismo.

Caprichosamente comenzó a ocupar gran parte de la faja costera, circulando paralelo a la rambla cientos y cientos de metros, buscando desembocar cada vez más hacia Montevideo, expresado de esa forma para que se entienda.

Si tenemos en cuenta que por los años 90 todavía desembocaba a la altura de la parada 30 y hoy lo hace en la bajada 14, podrán sacar ustedes sus propias conclusiones.

La desidia de los gobernantes de turno, ya sean de la Intendencia departamental, la Dinama, los Ministros responsables, o las autoridades locales, han condenado a este balneario al definitivo ocaso.

Veraneantes y vecinos están imposibilitados de bajar a la playa más o menos cerca de su lugar de residencia, obligándolos a trasladarse infinidad de cuadras para lograr acceder a la misma.

Esta realidad ha afectado directamente sobre los valores de las propiedades, ya sea en alquiler o venta, bajando estrepitosamente los últimos años.

De la mano han desaparecido los comerciantes que brindaban excelentes servicios en la zona, afectados por la escasa o nula concurrencia de turistas.
Si para muestra alcanza un botón, basta consultar lo que vale un terreno en la rambla de la zona afectada, con las dunas de arena ocupando más de media calle, y cuánto vale uno de similares características que tenga libre acceso a la playa, es decir, entre la bajada 1 y la 13 ó 14.

Así las cosas me pregunto: ¿los Ministros de Turismo, de Vivienda, por qué no de Transporte y Obras Públicas, o las propias autoridades departamentales, nada piensan hacer al respecto?

Sé del esfuerzo que han hecho muchos vecinos y organizaciones sociales para detener lo que para ellos es una verdadera catástrofe, condenando a su querido balneario al ocaso definitivo.

¿Será que estamos entonces, ante otra crónica más, de una muerte predecible y anunciada?

Ojalá sea yo el equivocado.

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