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La pandemia

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@|El mundo entero vive una pandemia por un virus, el Covid-19, y nuestro país no quedó afuera de la misma, desde marzo de este año.

El Gobierno recién asumido debió enfrentarse a la misma y lo hizo con valor y solvencia. Se insistió desde la oposición por medidas extremas y confinamiento de la gente, pero se optó por la libertad responsable, dando directivas generales que la población adoptó. En los seis primeros meses fuimos ejemplo en el mundo, con menos casos y fallecimientos que el resto de los países, frente a un virus sumamente contagioso.

Se suspendió la educación presencial, los espectáculos públicos y lentamente se fue recuperando el trabajo para mantener la economía funcionando, brindando soluciones económicas a quien más lo necesitara y en etapa posterior comenzó la Educación a funcionar.

Nuestro país fue ejemplo de solidaridad con extranjeros anclados en el mismo, con uruguayos que quedaron sin poder volver de otros países y con los mayores de nuestras familias, protegiéndolos y tratando de evitar su contagio; porque es la franja etaria que más sufre la gravedad de la virosis, con mayor peligro de muerte, por edad y enfermedades previas generales.

Lamentablemente estamos situados entre dos países con récord de casos y de mortalidad, con fronteras muy lábiles, una de ellas virtual con Brasil.
Se pide muy poco para proteger a la población: tapabocas, evitar aglomeraciones, mantener una distancia prudente, lavado de manos y alcohol en gel en cada local.

El Gobierno está asesorado por un grupo de científicos que actúan en forma honoraria y opinan frente a cualquier decisión que se toma. Y llegamos a los siete meses de medidas, con cifras mínimas en contagios y fallecimientos, frente al resto del mundo. ¿Qué se necesita ahora?
Ponerse la camiseta celeste y seguir colaborando con las medidas antedichas y manteniéndose lo más posible en sus hogares.

Las cifras negativas aumentaron cuando se realizaron actos sin prever sus consecuencias y de manera irresponsable.

Una marcha multitudinaria por la diversidad con la que todos estamos de acuerdo sin tener que marchar y arriesgando perder todo lo ganado; actos políticos de la oposición sin medidas de protección; manifestaciones estudiantiles que bien pueden obviarse; reuniones familiares; asados y fiestas en general.

¿No puede la gente evitar esas fiestas?, ¿qué necesidad tiene? ¿Es necesario que a gente adulta y supuestamente culta haya que controlarla con la Policía y otras autoridades para que no realicen esas fiestas que es lo único que está prohibido y se les deba procesar y multar?

Es, sin duda, lamentable el que las organiza y el que concurre y creo que está bien que se les multe y se tomen medidas legales porque ponen en peligro a toda la sociedad.

Nos queda un empujón más hasta que aparezca una vacuna y debemos colaborar todos para evitar los contagios, no apartarse de las normas y protocolos planteados por el Gobierno y sus asesores. Y, sobre todo, a los jóvenes que son los que menos creen en la gravedad del caso; evitar reuniones multitudinarias, cuidarse y cuidar de sus mayores, seguir siendo ejemplos de cultura y solidaridad.

¡Vamos que podemos!

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