@| La estructura geográfica del Uruguay nos permite estar alejados de los temblores de tierra pero la estructura política nos permite tener otros temblores bastante a menudo y esto ocurrió el 12 de mayo ante declaraciones del director nacional de policía Mario Layera al matutino El Observador.
Los misiles disparados impactaron contra varios ministerios y dependencias públicas: el Mides, por no poder acceder la policía a información catalogada de reservada, el BPS, Primaria y Secundaria para ver los perfiles de los delincuentes, a la justicia que limita la actuación de la fuerza pública debido a los “líos” en las fiscalías con el nuevo Código del proceso, al Ministerio del Interior pues las cárceles son la escuela del delito violento (léase narcos) y a la Intendencia que no realiza los censos en los asentamientos. Pocos en el Estado, comprometidos con la seguridad, quedaron de pie luego de las declaraciones de Layera.
Como era de suponer las primeras reacciones del oficialismo fueron desprestigiar al Director Layera y hasta el mismo Fiscal de Corte, Jorge Diaz, lo acusó de falta de autocrítica. Otros quieren llevar el tema a la Mesa Política y algunos más audaces le piden que renuncie.
Pero los días pasaron y Mario Layera seguía en su cargo mientras el Ministro del Interior disfrutaba su licencia. Se tejieron varias conjeturas de por qué habló el director de la policía, si era una nueva estrategia como la ocurrida con la cadena nacional o si se despachó en defensa de la policía y dijo a los cuatro vientos lo que muchos ya sabíamos pero nadie del gobierno mencionaba.
Pero las cosas comenzaron a cambiar, los roles cambiaron y quien hoy es nuestro Presidente pasó a ser también Ministro del Interior. El mismísimo Vázquez se fue hasta San Luis, dónde nunca vieron tantos policías juntos, y en reunión con vecinos prometió mejoras para ellos y para todos los que lo solicitaran como si hasta ahora nadie hubiera pedido nada. Hizo un preámbulo de lo que anunciaría oficialmente al día siguiente: la conformación de un “organismo central” para mejorar el intercambio y la coordinación entre las instituciones a las que hizo referencia Layera.
El hecho de que el Presidente Vázquez asuma la problemática de la seguridad no implica que el Sr. Bonomi se retire. A la reunión, donde asistieron la ministra Arismendi, secretario y prosecretario de presidencia (Toma y Roballo), el fiscal Jorge Díaz, autoridades del BPS y de la educación, también asistió Bonomi y no justamente para presentar su renuncia.
Parecen muy loables todas las intenciones por mejorar y ojalá así se den. Pero tengamos presente algunas frases del Presidente durante la reunión: “existe un problema de seguridad ciudadana”; pidió a los presentes “estar convencidos del compromiso porque la gente muestra inquietud e insatisfacción por la inseguridad”. Y hasta ahora, ¿dónde vivía el Presidente? ¿Recién en San Luis se dio cuenta del problema que tenemos todos? Parece insólito pero es cierto.
Este nuevo organismo, llamémoslo Ministerio de la Seguridad, dependerá directamente de Presidencia y toda la información deberá ser enviada hacia ahí para su análisis y posterior ejecución de medidas. Aunque parezca una aceptación al fracaso de la mayoría de las medidas adoptadas hasta hoy, no lo es. El verbo “fracasar” no se conjuga en la fuerza política que nos gobierna pues a todos les falta lo que mencionó el fiscal de corte: autocrítica. Es muy difícil enmendar un error si primero no se lo reconoce y el Presidente le sigue errando. La primera medida que debe tomar al crear esta nueva institución es cambiar al Ministro Bonomi como cabeza de la inoperancia y como mensaje a la policía y a la población. ¿Cómo va a transmitir directivas por encima de la persona que se supone es de su total confianza? ¿Y si Vázquez no lo destituye, por qué el ministro, si le queda algo de dignidad, no renuncia? El fiscal de corte que defendió a ultranza el nuevo Código, ¿ahora acepta cambiarlo? Hasta el mismísimo hermano del Presidente dice que hay 1400 delincuentes esperando proceso en libertad y seguramente sean culpables.
Permítanme que sea escéptico, nada de lo hecho hasta ahora ha logrado disminuir la inseguridad en la que vivimos y lo planteado en estos días me suena a mucha burocracia y, en todo caso, un futuro muy lejano. Ojalá me equivoque y de ser así sabré reconocerlo.