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Nuestro futuro

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@| Hace muchísimo tiempo, cuando las hembras y los machos de nuestros antecesores humanos poblaban la faz de la tierra, necesitaron sustentarse y sobrevivir. Solos o en grupos debieron cobijarse; procurar sus alimentos; defenderse de agresores y depredadores. En algún momento descubrieron que juntándose tenían más posibilidades, pero también que debían establecerse y repartir funciones y roles: dirigir, cazar, administrar, preparar alimentos, y repeler enemigos. Con la procreación, la organización social establecida obligó a las hembras a gestar, parir, criar a sus descendientes, cuidar el fuego y preparar los alimentos.

Cuando aparecieron otras fuentes de sustento y cobijo y nuevas designaciones como “femenino” y “masculino”, también debieron reconsiderar las funciones y los roles. Hoy hombres y mujeres pueden y deben tener similares oportunidades y responsabilidades si quieren vivir en una sociedad democrática y pluralista. Los que antes eran jefes de tribu por sus aptitudes, pasaron a ser titulares de presidencias y reinados digitados por elecciones o mandatos. La recolección, la caza y la pesca pasó a pequeñas y grandes superficies de producción y venta.

Cada vez más las especializaciones y tecnologías ganan terreno. Dentro de poco la cibernética, la inteligencia artificial, la realidad virtual, las impresoras 3 D y los robots obligarán a repensar los roles y funciones de los seres humanos. Pero nosotros seguiremos, una vez más, corriendo de atrás. Preocupados por el lenguaje inclusivo, los derechos humanos de asesinos y violadores, el voto de los que emigraron, etc.

Una vez más nos insertaremos en falsas oposiciones e ignoraremos la diferencia entre lo urgente y lo importante, lo necesario y lo imprescindible. Otra vez, determinados políticos, emulando los teros, nos graznarán para que no sepamos dónde está el nido de sus narcisistas intenciones.

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