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Noche de Museos

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@|La feliz iniciativa, que surgiera al parecer en Berlín en 1997, replicada en muchos países del mundo, e impulsada por el Ministerio de Educación y Cultura en nuestro país, abre las puertas de ese mundo -muchas veces desconocido por el gran público- en un horario diferente, al acerbo patrimonial que en ellos se conserva y exhibe.

Ciento veinte museos de todo el país, se sumaron a la actividad a fin de promover esa aproximación a los lugares que buscan preservar nada menos que la historia de la cultura y el arte en sus diferentes manifestaciones, y además instruir -a través de los objetos atesorados- sobre la historia de pobladores y próceres que hicieron nuestra República, desde aún antes de su nacimiento institucional.

El conocimiento del pasado, nos vincula inexorablemente a nuestras raíces y sin duda, nos habilita a proyectar nuestro porvenir, pero también al mirar y admirar obras de arte, nos permite afinar nuestra sensibilidad en el necesario silencio de la contemplación y con ello, fortalecer nuestro espíritu humano. Apreciar diversos materiales –nobles o reciclados- texturas, colores o técnicas de trabajo, que dan como resultado los objetos expuestos, nos permite valorar, tanto la obra humana, como el amor y dedicación puesto en su creación. Ello sin pretender soslayar la genialidad de quienes trascienden su propia existencia, legándonos una manifestación de su arte, más allá del tiempo que les haya tocado vivir. Algo sencillamente sobrecogedor.

Tal vez la soledad cotidiana de muchas de las salas que intervienen, motiva esta realización cuando menos una vez al año, lo que debiera complementarse con programas educativos que impulsen el desarrollo del ser sobre el tener. Que estimulen las materias humanísticas, que impulsen y promuevan la necesaria formación en valores, que debieran fortalecer esa condición humana empática con los demás y respetuosa de su entorno, partiendo de la propia valoración de cada quien.

Una formación en valores, que logre la verdadera inclusión social, a través del compromiso civilizado y el sentido de pertenencia social.

En resumen, un conjunto de valores que hacen a la dignidad democrática y republicana, y que nos permita sentir con orgullo, que pertenecemos a una nación que ha demostrado al mundo, su innegable razón de existir en su concierto. Pues la feliz iniciativa que comentamos, resultaría insuficiente por sí misma, y se agotaría ni bien se apaguen las luces y regresen los museos a cumplir sus horarios normales, si no se impulsara y promoviera esa educación. Lamentamos comprobar que, pese a los importantes recursos financieros destinados por el Presupuesto Nacional a la Educación, muy poco se ha avanzado en este sentido.

Lo cierto es que, son muchos los jóvenes que no finalizan siquiera los estudios básicos, y lo que es aún más grave, saben leer y escribir, pero no pueden interpretar con sus palabras un texto que leen. Y muchos, no encuentran sentido a su vida, ni se sienten incluidos en una sociedad que advierten ajena y por ello, caen en la droga o delinquen.

¿Esos son los ciudadanos que estamos formando?

Y si bien, es en la familia donde debieran inculcarse esos valores, es en las aulas donde debe instruirse y reforzarse el aprendizaje de los mismos.
Resulta sabido que, el asistencialismo sin contraprestación, no permite crecer en dignidad, ni permite valorar al trabajo como la necesaria antesala de la superación por el esfuerzo. Y los niños aprenden lo que viven y entonces, los resultados.

Creemos que el llamado de atención es válido, en la medida que advertimos una sociedad fracturada, que debiera recomponer su entramado, brindando no solo igualdad de oportunidades desde el inicio, sino la posibilidad de ser parte plena y realmente, de esa gran Nación que supimos construir y nos muestran los museos y con ello, integrarse a la sociedad de la que formamos parte y a la que nos debemos.

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