Vivir en socialismo
@|Tuve mi primera experiencia turística en la capital de Cuba, La Habana, en este enero de 2018. Hablando, escuchando, recorriendo y conversando con la gente, viendo la realidad de cómo vive la población.
El aeropuerto de La Habana es distinto a otros que conozco. No muy bien cuidado, poco iluminado, pantallas antiguas que no funcionaban, el free shop es elemental y no había papel ni jabón, sólo agua en los baños, (a la vuelta fue igual).
Lo primero que me impresionó –viajando desde el aeropuerto hacia La Habana- fue ver a personas que trabajaban la tierra con arados tirados por bueyes. Luego me sorprendió, la falta de carteles publicitarios, -inexistentes a lo largo del recorrido- y lo precario de los pocos “comercios” que se veían. Todas las personas que encontré y con las que conversé eran empleados públicos. Desde el taxista, hasta las personas que trabajaban en el hotel, o los que trabajaban en restaurantes, bares o supermercados; todos eran empleados del Estado. Según cálculos, más del 80% de la población es empleada pública.
Los autos antiguos, las side car (las moto con carrito al lado), el transporte en colectivos y en camiones tipo segunda guerra mundial, o el aventón (hacer dedo), o caminar, son algunas de las formas de traslado usadas por los cubanos.
Estuve alojado en un hotel de la zona de Miramar, lugar de residencias y embajadas, algo así como el barrio de Carrasco en Montevideo. Concurrí a un supermercado, que me costó identificar, -pues no tienen carteles que identifiquen al comercio-, agarré un cesto para poner las cosas que iba a comprar, y sólo compré agua. Encontré góndolas vacías, y recorriendo todo el supermercado, no había más de una docena de artículos: pulpa de tomate en lata, puré para bebés, agua, tucola (similar a la Coca Cola), cerveza, un tipo de fideo, arroz, carne picada, leche y yogur (un solo tipo), agua jane, algunos caramelos y chocolatines, embutidos (fiambre), y queso. No había pan, no había galletas, nada de jabón, y de lo que estaba en las estanterías casi vacías, había poco, muy poco, todo en pequeñas cantidades. El sector cárnico del supermercado era difícil de contemplar, sólo carne picada y en pequeños envases de bolsitas de nylon, todo como racionado. Recorriendo la ciudad, pude apreciar la falta de mantenimiento de los edificios y casas, no vi gente trabajando en la construcción, y entre los edificios públicos, los más cuidados, los que estaban en mejor estado, eran los centros educativos y los hospitales. La zona del malecón (Rambla) y la Ciudad Vieja de La Habana muestran falta de limpieza y deterioro, agudizado tras el pasaje del huracán Irma. Observé a lo largo de la ciudad varios espacios dedicados al deporte, canchas de béisbol, de fútbol, pistas de atletismo, se nota que los cubanos practican deporte.
Otro tema es la conexión a Internet. Son difíciles las comunicaciones, sólo de a ratitos y en el lobby del hotel y abajo del router. De los 8 canales de televisión que se veían en el hotel, 4 son del gobierno, que difunde lo que hace, informativos, recuerda fechas, etc., uno de películas antiguas en blanco y negro, otro es un canal chino, otro ruso, y otro un canal venezolano que es insoportable.
Otro aspecto es el salario de los cubanos, la gran mayoría recibe US$ 20 al mes más la canasta de alimentos.
En fin, conté la experiencia de mis días vividos en La Habana, es tan sólo mi verdad.