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A mi, qué me importa...

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@| Y… a mi qué me importa.

¿Quién no ha oído o expresado esa manifestación alguna vez?

Hoy, con un ambiente social conmocionado y desvalidas sus esencias, cobra valor ese dicho.

Aludiendo a los bienes nacionales se cae en un vacío cuasi absoluto, concerniente a la consciencia de que esas riquezas fueron recogidas con el esfuerzo conjunto, conformando el patrimonio nacional. Pero no, ocurre que hay un desprecio hacia ellas, como si emergieran de la nada o representan otra dimensión. No existe remordimiento de que se destruye lo propio, llegando a la realidad actual, con todos sus peros.

Ello, más se aplica frente al antecedente del “estado protector”, quien por mucho proteger y prometer sin cumplir, no moldeó al individuo para ganarse el sustento, superarse y crear un ambiente de bienestar. Sino se fue gestando una división entre trabajo y oportunistas, igualando para abajo, sistema fracasado rotundamente y con un inmenso cementerio detrás.

El “qué mim’ porta” es la realidad presente, sumado al “total, no es mío”: un mundo sumergido de muy difícil progreso por el norte perdido y sin timonel.

Así se explican los desastres en los juicios que pierde el Estado. Los horrores en emprendimientos fallidos. Los locales recién inaugurados que se llueven a la primera llovizna. A nadie le importa.

Pero, todos quieren ganar más… a costa del Estado.

No se entiende que todos somos parte; cuidarlo y trabajar para que se hagan las cosas y bien. Con un agregado, en los últimos decenios florecen conocidos actores atacando al conocimiento, despreciándolo. En un país en que se antepone lo político a lo jurídico… ¿A dónde se espera llegar con este estado de situación creado y mantenido por ciertos núcleos?
Afrontar este panorama es ineludible, con necesidad de recapacitar y entender que todos conformamos la Nación, debiendo cuidar lo ganado, donde los dichos señalados no son de recibo.

Tampoco existen beneficios sin trabajo y menos sin eficiencia, sea mío, tuyo o del estado.

Vivimos en un mundo global, que fuera de nuestros muros cerebrales, crece, se especializa y no espera al rezagado sino se aprovecha de él.

El tiempo fluye para todos; entendamos la realidad, hay que comprender y formarse para crecer, no hay milagros sin compromiso con uno mismo y el país.

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