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La meta de la enseñanza

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@|Luego de escrutar la ilustración nacional, la impronta política, su inmutabilidad, se hace imprescindible porfiar, a fin de revertir la debacle.

Donde, por años, los múltiples responsables no aspiraron ni a enterarse sobre lo que allí ocurría. Dejando bien claro que más importaba aferrarse a sus escaños; quienes les daban de vivir, presagiando el riesgo de perder su lugar de privilegio si se intentaba enfrentar una realidad que corroyó, multiplicada hoy, sobre uno de los baluartes de la Patria.

Defendido ya por Don José Gervasio Artigas, un ideario consagrado al crecimiento nacional. Ofreciendo la oportunidad de superación, encaminado al progreso. Los cuales deben ser radicales, conforme la dirección del mundo próspero. Exclamado por connotados expertos y la misma población que la padece impotente. Radical, porque el sistema no funciona; sus resultados, calamitosos. Tema a no soslayar ni maquillar, sino embarcarse en un nuevo rumbo informatizado. Establecido éste en numerosos países de los cuales se habla, pero nada se hace.

No se apunta, hoy, a la inteligencia humana, ni a concebir que haya pujanza, sino a la masa sin distinción. No hay estímulo a tomar ni buscar un rumbo, sino a una globalidad sin destino. Desesperanza, lleva a la indecisión y a la deserción, por falta de interés para hallar metas.
Lamentablemente, el nivel de desarrollo general de quienes se dedican a enseñar, se ha derrumbado.

Nada tienen que ver el pasado con el presente, ante los avances globales, quienes han quebrado sistemas considerados inquebrantables. No tiene lugar la lucha para frenar el futuro, ni el sindicalismo mal encarado.
Se deben aceptar los cambios venidos y los que ya emergen, junto con las nuevas metas que asoman. Ejemplos históricos explican el crecimiento de países que, desde las cenizas, se han transformado gracias a su pueblo despierto y con deseos de triunfar.

Ese entusiasmo y esa ambición se debe proteger y hacer crecer. Desplegado por rubros que en nuestro desierto crecen algunos, robustos, con éxito.
Llegó la hora de despertar para avanzar, informatizados, arrollamos con trabajo. Soltemos el barco para que nuevos vientos lo propulsen con una tripulación acorde a nuestras realidades, sin quejarnos, con determinación a imponerse.

Coraje y esfuerzo mostraron los próceres en su momento.

El mundo cambió y también lo hará el Uruguay. No esperar ese algo que no existe. Solo la inteligencia humana, que la hay, es la que lleva con ganas al progreso.

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