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Marcas arqueológicas

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@|Los nuevos geoglifos hallados en Nazca (Perú) nos transportan a una antigua civilización que convivía con creencias mitológicas. Alababan, tal vez, a un dios alado, medio hombre medio pájaro, que lo agradaban, lisonjeaban, con gigantescos dibujos hechos en la tierra.

Nuestra civilización, occidentalizada, materialista, desprovista de un proyecto propio, se ha alejado de las leyendas fantásticas, fabuladas, conectadas más con nuestro inconsciente, es decir, el producto de la mezcla de sueños, intuiciones, experiencias sensoriales y realidad local, que se materializan en una forma de pensamiento. Somos iguales en la composición bioquímica a esos habitantes lejanos en el tiempo, a aquellos creyentes en mitos, pero muy diferentes también, porque ahora importa más la objetividad: con qué (objeto) me visto, qué comemos, qué tengo y qué valor tiene eso.

El desarrollo subjetivo, o sea, del sujeto que necesita un alimento espiritual para vivir, ideas que le den sentido a su cotidianidad, una conexión con lo trascendente, es un proceso que va desapareciendo de la faz del planeta. Privilegiamos el desarrollo del pensamiento lógico, que se localiza en el hemisferio izquierdo del cerebro, y atrofiamos el lado derecho del cerebro, que nos conecta con la emoción. Puede ser que sea cíclico, como el tiempo y el agua, y que un día la humanidad se vuelque con ciencia más filosofía, arte y espiritualidad al desarrollo de la subjetividad.

Al fin, todavía no sabemos bien quiénes somos.

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