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Mañana serán contribuyentes

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@|Si tras leer El Escolar del pasado miércoles, un niño le pregunta a sus progenitores qué significa eso de los impuestos, nada mejor que quitarle la mitad de su helado. Al verlo llorar, dígale que es por su bien, por el “bien común” y que arrebatarle la mitad de su postre fue un acto de justicia.
Así funcionan los tributos en tiempos de aparatos estatales hipertrofiados y móviles socialistas. Mal que le pese a los indignados por la publicación para escolares referida, la confiscación tributaria a la que nos somete la socialdemocracia supera ampliamente la tributación de regímenes anteriores. Esto no significa defender el feudalismo, es simplemente un dato de la realidad. 

Bastó una frase para encender la ira de la progresía, y casualmente los primeros en salir al cruce de una verdad incómoda fueron los beneficiarios directos de los impuestos. Es que a los burócratas los pone nerviosos que se cuestione la asfixiante carga tributaria, porque saben bien que sin impartir rebencazos fiscales al sector privado, su burbuja de privilegios se esfuma en el aire. 

Pero no es una cuestión matemática, no se mide en tasas, es por principios. Una casta burocrática que vive a expensas del impulso individual, de la iniciativa privada, utiliza argumentos colectivistas para justificar la rapiña organizada llamada “redistribución de la riqueza”. Al mismo tiempo crea regulaciones, prohibiciones, obstáculos varios a los intercambios voluntarios, y aniquila progresivamente la libertad. 

Al burócrata le molesta la comparación con el señor feudal, porque sabe que tiene mucho en común. Sabe perfectamente que su poder para restringir las libertades individuales es mayúsculo. Sabe que al amparo de la tiranía de las mayorías el derecho de propiedad se somete a votación, y como brazo ejecutor recibirá los aplausos por semejante atropello.
Los niños que leyeron esa edición de El Escolar, quieran o no, mañana serán contribuyentes. Es bueno que estén al tanto de que en la actualidad unos viven del trabajo de otros. Ya no el señor feudal a costillas del vasallo, sino el burócrata a costillas del contribuyente.

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