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Maldita distracción

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@|Alcohol y depresión. Alcohol y trastornos de la personalidad. Alcohol y soledad. Alcohol y suicidio. ¿Cuándo vamos a entender que el alcohol es pérdida?

Quienes trabajamos en salud mental identificamos el riesgo. Lo hablamos, lo transmitimos, nos frustramos. Pero por sobre todas las cosas: lo vemos.
Adolescentes, jóvenes, adultos sufriendo.

¿Por qué nos hicimos el daño de ligar el consumo de esta sustancia con fiesta y diversión?

¿Te duele? Bebe. ¿Querés olvidarte? Bebe. ¿Querés divertirte? ¿Desestresarte? ¿Te cuesta hablar? ¿Hacer amigos? Bebe. Bebe. Bebe.
Mentira. Te va a doler más, vas a revivir diariamente el dolor de no haber transitado la tristeza como corresponde, que para algo está.

Cuéntenme lo divertido de perder a tu familia, a tus amigos, a tu pareja, a tu trabajo, tu capacidad de decidir cuándo sí, cuándo no, y cuánto. El que bebe no tiene tiempo de hablar. Bebe. ¿Hacer amigos? ¿Cuáles? ¿Los que te van a levantar cuando te caigas después de una borrachera? ¿Una, dos, tres…? ¡Basta! Solo, deprimido, aburrido, frustrado. Enfermo.

El alcohol no trae beneficios, nunca. Ni siquiera esa famosa copita de vino antes de dormir, o de comer, o para la circulación, o qué se yo con qué excusa mentirosa nos vamos a conformar para beber sin culpa.

Claro que el consumo es decisión de cada uno. Pero no nos engañemos, bebamos con responsabilidad conociendo las consecuencias.

Es terrible, pero evitable. ¡Eduquemos!

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