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La luz al final del túnel

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@| Después de tantos años de vivir en ese estado de tinieblas donde abunda el odio, la revancha, la hipocresía, la corrupción y la soberbia, aparentemente estaríamos a punto de ver la luz que ilumina el fondo del túnel.

Como siempre ha sucedido en la historia de los pueblos, el amanecer vence a la noche oscura. Y con él, viene el alivio que convoca a la esperanza.
Los que nos han gobernado durante estos tres períodos, no tienen noción del daño que han hecho a nuestra querido Uruguay. Porque, en congruencia con su fariseísmo militante, han diseminado la simiente traicionera del enfrentamiento entre hermanos y herido profundamente el espíritu de la Nación, al sumar a la corrupción moral de la falsedad del relato, la corrupción material de los dineros públicos robados.

Tabaré Vázquez, ha preferido divorciarse de la realidad a hacerse cargo de transformarla. Ese es su mayor pecado. Se ha refugiado en un mar de mentiras que ahora comienza a asfixiarlo. Quizás, en la desesperación por salvarse del hundimiento es posible que apele a la racionalidad de la verdad, aunque cruja su corazón y le duela el alma. Tendrá que entender de una buena vez que la vanidad es, al final, sinónimo de zoncera.

Si quiere la paz de la supervivencia, le ha llegado el momento de tirar el lastre por la borda para evitar el ahogo que sino será inexorable. Ha llegado el momento de sacarse de encima la incompetencia apabullante que lo rodea, lo usa y lo hunde cada vez más.

El pueblo uruguayo pide ya un cambio profundo en la calidad del gobierno. No es inteligente, por las presiones partidarias, seguir esperando. Si el Presidente cambia rápida y radicalmente su elenco y lo transforma en un gabinete profesional, se acelerará el encuentro de la República con la luz al final del túnel.

Esos cambios traerán paz a los uruguayos y a la República, que no soporta más las mentiras infantiles que lo siguen manteniendo en el retroceso. Le pedimos al Gobierno que se apegue a la verdad de la realidad y que actúe en consecuencia.

Nada más que eso pedimos ahora. Solo eso y también su reconocimiento y humilde aceptación que el soberano está gritando ¡basta! Basta de ceguera, que la miseria exige justicia. Basta de sordera que los gritos de los marginados claman por inclusión. Basta de relatos falsarios porque el pueblo ve y vota. Basta de odiar, basta de violentar las normas, basta de tramoyas y basta de esconder a los corruptos.

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