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Los límites de la tolerancia

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@|La libertad los tiene, desde que se inició la república. Dejemos de lado el sometimiento al antojo de una persona, un grupo o quienes sean, porque hay límites en la tolerancia y reglas que la definen; no es una conveniencia particular.

Los hechos, más bien las extralimitaciones, permitidas en las últimas décadas, lleva a pensar que la población haya, finalmente, cuantificado el contexto en que ha acabado la nación gracias a esa negligencia, en saber decir basta, no falacias.

El accionar populista trajo más oscuros que claros, no habiendo aceptado responsabilidades en los problemas desencadenados. No quedan dudas de diversas conductas que desbarrancaron al país.

Hasta hoy, hay quienes no entendieron que se está en una frágil situación que amerita responsabilidad y colaboración para salir del atolladero, estando la nación, ante todo. Pero no, no se levanta el pie del acelerador en cuanto a atacar toda actitud o decisión gubernamental, sea cual sea su tenor. Dejando claro que es una iniciativa basada en la ideología antepuesta, intentando la destrucción y no la acción, despreciando a quienes mantienen el país a flote.

La agresión gratuitamente la recibe el pueblo, quien sufre el palo y paga. Lo que hace subrayar los límites de la democracia y ponerlos sobre la mesa.
Hay tres áreas que son de permanente reclamo y las que más sufren estos ataques: la seguridad, la enseñanza y la salud.

Los escudos de quienes desean volver al caos se sustentan en el lamento, resultado de sus componendas, oscureciendo la realidad con el eterno reproche, sin nada positivo a aportar; desconociendo la ley, el orden y la urgente lucha para salir adelante, para la que hay que aunar esfuerzos.

La enseñanza sumergida en la pobreza formativa y el sindicalismo desmedido, no tuvo otra cosa que iniciar el año con un paro.

Volvemos a lo mismo y sin frenar su intolerancia; y no ven el descrédito que se han ganado.

Son suficientes los desastres que nadie desconoce si no es por tener algún interés oculto. Para peor, quienes más sufren son las clases más necesitadas y es a ellos a quienes más ofenden con sus determinaciones. ¡Ni qué decir de la ideologización, que ha trepado niveles que llevan a decir basta!
Las pérdidas de clase, son inaceptables, si realmente se quiere que el país avance.

Así mismo la salud, por donde corren ríos de dinero pero buenos resultados resultan ausentes.

La inexistencia de una verdadera crítica formativa está presente.

El hecho está en los límites a poner en esas actividades y la recomposición necesaria y urgente.

Los tres puntos mencionados (aunque hay muchos más) son prioritarios y huelga decir que tienen que ser considerados vitales para la nación.

Por lo tanto, no son aceptables los paros y los reclamos ilegítimos, recordando que el mundo sigue adelante y en él se vive y nadie espera milagros. Lo que es imprescindible, no se toca, solo se mejora.

Por lo tanto, aceptar los límites que hay que desempolvar, porque están y hay que respetarlos. La intolerancia y la mentira, no son de recibo.

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