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No les importa

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@|Luego de efectuar una primera consideración del proyecto del Poder Ejecutivo para reformar el sistema de seguridad social, los partidos Comunista y Socialistas se pronunciaron rotundamente en contra. A su juicio la propuesta es “invotable”. Nadie podía esperar otra cosa de ambos partidos. Ha sido, siempre, su actitud opositora.

Actitudes a las que la militancia suele arrastrar a las diferentes corrientes del Frente Amplio.

Los partidos de la coalición “de izquierda”, por ejemplo, se pronunciaron en contra —y sus legisladores fundamentaron su voto negativo en el Parlamento— respecto de tres leyes que han tenido un fuerte impacto en la vida económica del país, en la creación de empleo y consecuentemente en la mejora de la calidad de vida de muchísimas familias uruguayas: la ley forestal (1987), la reforma portuaria (1992) y el tratado de promoción y protección de inversiones con Finlandia (2003). No han sido leyes sin poca incidencia en estos años.

Pero cabe recordar que durante la discusión de la ley de puertos, el senador socialista Reinaldo Gargano asoció los cambios propuestos por la reforma portuaria a escenas de la película “Nido de Ratas” (1954, Marlon Brando) sobre la despiadada lucha de grupos mafiosos por el control del puerto de Nueva York. Otros legisladores “de izquierda” formularon todo tipo de cuestionamientos y vaticinios sobre las consecuencias nefastas que sobrevendrían en el puerto de sancionarse la ley.

Una reciente nota de El País transcribió, por ejemplo, cuestionamientos que hicieron en sala el senador Danilo Astori y los diputados Jaime Pérez, José Korzeniak y Mariano Arana. No solo se opusieron y votaron en contra. Como parte de la coreografía habitual movilizaron a sus huestes en las calles y en las barras del Parlamento como expresión del “rechazo popular”.

Uno podría pensar que llegados al poder habrían de procurar anular o reformar leyes que describieron contrarias al interés general. Sin embargo, no solo no lo hicieron sino que, afortunadamente para el desarrollo del país, aprovecharon sus evidentes beneficios. Nada reclamaron ni dijeron los otrora muy activos militantes.

Está bien fresco aún, el persistente esfuerzo realizado por el último gobierno “de izquierda” para atraer— facilidades de todo tipo, reserva sobre las tratativas y lo acordado— para convencer a la finlandesa UPM de instalar su segunda planta de producción de celulosa. Bien diferente fue la cerrada oposición que tres lustros antes los partidos y grupos “de izquierda” libraron contra la instalación de la planta de Botnia (también finlandesa) en Fray Bentos.

Desde el gobierno, en el puerto las administraciones “de izquierda” aprovecharon las reformas de la ley de 1992 para autorizar operaciones de un consorcio de capitales chileno-canadienses que pasó a competir en servicios con Terminal Cuenca del Plata (20% de acciones de la estatal ANP).

Lo que permitió a dicho consorcio, en base a autorizaciones precarias, renovadas una y otra vez, suscribir contratos en el exterior comprometiendo la prestación de servicios más allá de los plazos de las autorizaciones recibidas.

Nadie en la coalición “de izquierda” ni en los sindicatos afines, se planteó nunca una reflexión sobre la evidente inconsecuencia que supone lo dicho en el pasado y lo actuado desde el gobierno pocos años después. Ninguna autocrítica hubo sobre las consecuencias de esa actitud que frena o impide cambios tan necesarios para evitar quedar rezagados en el mundo de hoy.

No lo hacen los dirigentes. Tampoco los militantes. Unos y otros esquivan cualquier autocrítica. Siguen tan campantes silbando bajito.

¿Cinismo? ¿Hipocresía?

Trabajan, más bien explotan, la desmemoria. Se aprovechan del desinterés, la desinformación y la ignorancia de miles y miles de compatriotas. Actitud voluntarista con la que pretenden construir un soñado futuro socialista.

¿Cómo creen que serán tratados por historiadores no comprometidos?

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