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Invertir en Salud

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@|En Salud la innovación suele ser costosa, y los avances vertiginosos. Los profesionales de la Salud deben recurrir a diagnósticos de precisión, tratamientos con medicación de “alto costo” por su especificidad, en la medida en que la dolencia del paciente lo requiera.

No todas las dolencias van a necesitar medicamentos de alto costo, pero aquellas que tienen alguna complejidad, puede que sean candidatas a recibirlos. Dentro de estos tratamientos hay algunos que son conocidos como agentes biológicos, porque contienen principios activos a partir de seres vivos (según definición del Decreto n° 038/15 del Uruguay).

Un medicamento biológico tiene su original y, luego de cierto tiempo (cuando la patente del original deja de ser exclusiva), también sus biosimilares. Un Biosimilar es una copia relativamente fiel; la relativización es porque los medicamentos biológicos tienen un nivel de complejidad muy superior a los fármacos sintéticos; al ser estos obtenidos a partir de seres vivos van a tener una variabilidad en su estructura que puede afectar su desempeño terapéutico, por lo que deben demostrar equivalencia respecto del original para poder ser catalogados como biosimilares.

El Ibuprofeno es un fármaco sintético que, bajo ciertos estándares de calidad, puede ser copiado de manera idéntica y sus propiedades terapéuticas permanecer tanto en la copia como en el original. El biosimilar debe demostrar ser “similar” en calidad, seguridad y eficacia terapéutica respecto al original. De no lograrlo, se lo considerará un medicamento “biológico no comparable” (NCB por su sigla en inglés).

Por el largo proceso de demostrar su bio-equivalencia, el biosimilar es un medicamento de alto costo; pero aún así, es menos costoso que el original porque no tuvo que pasar por el -aún más largo- proceso de ser estudiado de cero. Así se presentan a los mercados con estudios que demuestran equivalencia (terapéutica, de seguridad y calidad) a un menor costo respecto del original. Disponer de opciones de menor costo que permitan optimizar inversiones en salud, es importante.

La competencia es una ley de la vida: sería ocioso pensar que el primer walkman o el primer celular siguieran vigentes y en circulación en la actualidad. La innovación y la competencia nos obliga a revisar costos, conceptos y evidencia, agudizar los sentidos, buscar detalles, encontrar diferencias, y finalmente tomar decisiones. El ejercicio de competir es inherente de los laboratorios (el del original, y los que tienen biosimilares), y revisar datos, detalles, encontrar diferencias y tomar decisiones es mayoritariamente de quien tiene el rol de pagador/consumidor (sea el Estado, una aseguradora privada o un seguro social), pero no tiene que ser exclusivo.

El tema es complejo cuando se trata de medicamentos biológicos, y para decidir se debe estar asesorado por los mejores técnicos que se dispongan. Investigadores y/o académicos reconocidos en el área terapéutica en cuestión, reforzar con opiniones de agencias de prestigio mundial (EMA, ANVISA, FDA), pero también debería haber asesores de organizaciones de pacientes: la voz del paciente (u organizaciones de pacientes) no debería quedar sólo en la adopción de un medicamento por sobre otro, sino también en su fiscalización (o farmacovigilancia).

Un biosimilar puede ser una buena opción: siempre y cuando veamos contra quién compitió (estudios de diseño, valor estadístico y resultados comprobados), que tenga opiniones favorables de académicos y agencias relevantes, y cuyo costo sea razonable. Y -finalmente- hacer seguimiento de esa adopción (sea por un original o un biosimilar), si se condice lo que sus estudios postulan con lo que sucede en la vida real.

Debemos aspirar a tener instituciones, agencias y organizaciones de pacientes que dispongan de capacidad técnica para dar seguimiento a estos asuntos. Un menor costo no nos garantiza la optimización de la inversión en salud. La evaluación minuciosa y pormenorizada de un tratamiento puede llevar a que no se reduzca el gasto que se hace en salud, pero sí a asegurarse a que ese gasto esté bien hecho y sea una real inversión para el bien de los pacientes.

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