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Inmigrantes

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Inclusión social

@|Se atribuye al gran escritor argentino Jorge Luis Borges, la frase que buscaba sintetizar nuestros orígenes poblacionales, alejados por cierto de linajes aristocráticos, al menos en esta región de la América hispánica, dominada por el Río de la Plata, donde según este autor, “todos descendemos de los barcos”. 

A fines del Siglo XIX, principios del XX y hasta la segunda mitad del siglo pasado, las guerras y penurias en sus países de origen, le permitieron a nuestro país, ser el destino de miles de inmigrantes deseosos de labrarse en libertad, un porvenir en nuestro suelo, y vaya si tuvieron que ver con nuestro desarrollo. 

Aquí eran recibidos con los brazos abiertos y el Estado de Bienestar que fuimos otrora, les permitía gozar de leyes de avanzada, de estabilidad y paz social, y no sólo eso, también les permitía a los menos, revalidar sus títulos o terminar sus carreras universitarias y al gran número, proyectar su ascenso y movilidad social, basados en su trabajo, estudio, ahorro y esfuerzo. 

Luego vinieron años donde predominó la emigración por motivos económicos y luego políticos y aquellos hijos y nietos de inmigrantes con preparación y estudios cursados aquí, o sin ellos, buscaron su futuro siempre en libertad, tanto en los países de origen, como en otros del “primer mundo”. En países que sí les brindaban y brindan en la actualidad, mejores posibilidades laborales y con ello, una mejor calidad de vida, a la que todos tenemos derecho. 

La peor crisis de la que se tenga memoria, padecida al iniciar el presente Siglo XXI, expulsó a más de treinta mil uruguayos por año, de nuestro territorio. Sin embargo, es recién a partir de 2009 que se ha revertido esa situación y son más, quienes ingresan al país, que los que emigran.
¿Cómo estarán sus respectivos países para optar por el nuestro?
Pero lo que nos preocupa, son los datos brindados por la Oficina de Planeamiento y Presupuesto: el nivel de formación de estos inmigrantes es muy superior al de los uruguayos. Estos extranjeros vienen a instalarse aquí, dispuestos a tomar cualquier trabajo, incluso sin poder ejercer sus profesiones de origen y cobran por debajo de su formación. Hoy, que se han perdido más de 28.000 puestos de trabajo en nuestro país, donde ya no sopla el viento de cola que impulsó nuestra economía, recrudece el mito de que “los extranjeros vienen a quitarnos nuestros trabajos”, cuando en verdad, un buen porcentaje de ellos, están mucho más capacitados que los locales para desempeñarlos. Habiendo descendido de inmigrantes, y padecido en carne propia el desarraigo de la emigración, debiéramos tenerlo presente para que, quienes hoy han debido afincarse en nuestro país, no sientan esa discriminación. Después de todo, debiéramos celebrar que hayan escogido al Uruguay para labrarse su futuro, con todas las cargas que eso conlleva, ya que por cierto estamos muy, pero muy lejos, de ser la tierra de oportunidades que una vez fuimos. 

Tal vez puedan hacernos mejorar en muchas áreas, que apunten a una verdadera inclusión social y por qué no, a nivelar o contener el envejecimiento de nuestra población -problema de larga data- que las políticas nacionales no han sabido resolver hasta el presente.

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