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Información, formación y principios

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@|Nací en una zona rural de Maldonado cuando comenzaba la Segunda Guerra Mundial. Zona apartada, con serias dificultades de comunicación y de posibilidades de desarrollo en todos los aspectos.

Con la preocupación de que los tres hermanos pudiéramos instruirnos debidamente y formarnos como personas útiles a la sociedad, nuestros padres con gran esfuerzo se trasladaron a zona aledaña a una Ruta de acceso a tales posibilidades (entonces era el Camino San Carlos-Rocha, hoy es la Ruta Nacional N° 9). Por supuesto que era un camino muy precario, polvoriento si los hay, y que ni siquiera podían combatir en totalidad los pozos que lo ocupaban, los entonces “camineros” de Vialidad, pese al esfuerzo de los de nuestra zona, como lo fueron Luciano Bordón, el “tatú” Pérez, Álvarez, Rufino Silvera, Alonso y tantos otros. 

Nuestra fuente de información y formación, eran las posibilidades de la Escuela Rural a la cual concurríamos con mis hermanos (a 20 kms de allí), utilizando los servicios de la vieja ONDA, que además había adquirido las Empresas “La Cromo” y “Cope”, entre otras (recorriendo en ese trayecto el mismo camino polvoriento y poseado, y en ómnibus que si viajábamos parados –como ocurría generalmente- los más altos debían inclinarse para obviar los inconvenientes del límite del techo. La otra fuente de información era una radio alimentada por una pequeña batería a la cual a su vez, alimentaba un molino de viento (por supuesto que no es de ahora la utilización de la energía eólica), la que podía funcionar si es que a su Majestad el Dios Eolo, no se le ocurría privarnos de la preciosa fuente.
Con mis hermanos realizábamos las tareas rurales menores, porque dentro de la formación se entendía que ello era imprescindible. Sobre la tardecita estábamos cumpliendo las últimas, cuando en lo alto del camino y aproximadamente a un kilómetro, comenzaba a sonar el claxon del ómnibus verde (que perteneció a la Ex Empresa La Cromo, y ahora de ONDA), que en forma musical presionaba el conductor Ignacio (conocido como El Lechero, por la tarea que antes había desempeñado) anunciando que frente al comercio de nuestro tío (Almacén de Ramos Generales ubicado camino por medio de nuestra casa) inexorablemente arrojaría por la ventanilla un envoltorio cuadrado que caería en la banquina muchas veces llena de pasto, y que si no se concurría rápidamente a recogerlo, corría el riesgo de que luego no se le pudiera ubicar.

Corrían los últimos años de la Década de 1940. Me encontraba en los primeros años de curso en la Escuela Rural. El envoltorio que caía arrojado desde el ómnibus por “el lechero”, era el Diario El País. 

Entonces con mis hermanos competíamos para ver quien terminaba primero las tareas, para llegar también primero al comercio de mi tío, y poder leer el Diario (antes que el mismo propietario del Establecimiento). Por supuesto que los que concurrían luego, debían esperar turno para su lectura. Las primeras cosas que nos interesaron fueron el deporte, leyendo la información y los artículos de Davi (Dionisio Alejandro Vera), o lo que nos decía “la Noticia de Anoche” y “el Rumor de ayer”. Después nos empezaron a interesar otro tipo de informaciones, y allí por cuarto año, estábamos leyendo ya los Editoriales.

Nosotros no sabíamos, pero el Diario El País estaba contribuyendo con su información, con su entretenimiento, y con su transmisión de principios y valores, a nuestra formación. 

Luego concurríamos al Liceo en la ciudad, y continuó aquella misma lectura así como de otro tipo de prensa, semanarios, revistas y libros, porque habíamos aprendido en aquellas primeras lecturas del Diario El País, que era muy bueno tener distintas versiones para poder elaborar nuestra propia opinión, y en definitiva, construir nuestra libertad. 

Después me fui a Montevideo para cursar la carrera de Derecho en la Universidad de la República, y en el legendario Sporman, se formaban verdaderos ateneos donde en las distintas mesas se leían diversos medios de prensa, y por supuesto, el Diario El País era uno de los centros del mismo, y como tal, suscitando acuerdos, discrepancias, apoyos, controversias, debates y en definitiva, una verdadera escuela de formación democrática, republicana y de pensamiento liberal.

Como hace casi 70 años, sigue siendo Diario El País, una de las fuentes de referencia que tenemos, muchas veces para coincidir con su opinión, y también otras veces para discrepar con la misma.

Al cumplir sus 100 años, tengo que decirle que ayudó a mi formación, en un momento en que era imprescindible tener a mi alcance una fuente que no fuera dogmática y que me enseñara a pensar; y junto con la Escuela Rural, el Diario hizo esa obra, que el Liceo Público y la Universidad Pública contribuyeron a reafirmar.

Por tanto, sólo me queda felicitar al Diario, a sus Directores y a todo su personal, con el recuerdo imborrable que debemos tener para sus visionarios fundadores. Vaya mi reconocimiento personal -como así le habrá ocurrido a muchos- por el aporte que realizó en esos comienzos, que siguió cumpliendo después y que cumple hasta hoy en esta formación que es permanente, porque en ese ejercicio del intercambio de ideas, de las coincidencias y de las discrepancias, los que somos republicanos, demócratas y liberales, somos cada vez mejores en la vivencia diaria de tales condiciones, que es como decir que cada día nos aproximamos más a nuestra condición de personas verdaderamente libres.

¡Por muchos años más! … y Gracias.

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