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Los ignorantes... de nuestro contrato social

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@|En nuestro país no todos acatan el contrato social logrado. Hay algunos delitos no tipificados, leyes no reglamentadas e infractores que operan impunemente. Aquellos que a propósito las ignoran son los que nos afligen, porque generan alteraciones desagradables e inconvenientes en la comunidad, y vienen perdurando más de lo tolerable.

La libertad de expresión es un derecho constitucional pero... todos los días nos enteramos que alguien ha sido víctima en los comentarios al final de una nota periodística, en las redes sociales viralizadas, en las fake news (noticias falsas) o en las deepfakes (noticias ultra falsas).

Este síndrome es internacional: periodista “linchada” mientras trabajaba y Bill Gates acusado de haber provocado el Covid-19. Términos como troll y hater se refieren a variantes similares a los que, escudados tras un seudónimo, desconocen normas de convivencia, comentan en redes sociales, etc. en forma grosera, ofensiva y falaz.

Nadie duda que estos recursos han venido para quedarse.

a. Es bueno que los lectores puedan dar su opinión abiertamente. Los comentarios permiten evaluar la popularidad de la nota publicada. Escudados en la “libertad de expresión” hay quienes aprovechan esta prerrogativa para demostrar cuán incultos y capaces son de agraviar, difamar y ultrajar, cobarde y gratuitamente, gracias a la posibilidad de ocultar sus datos personales.

b. Algunos usan las redes positivamente, otros la confunden con el literal “a”. Ellas han potenciado la opinión de los individuos reservada a los generadores de opinión pública: los grandes medios. Para evitar represalias se justifica el uso de un seudónimo. Lo que no se admite es el insulto. El anonimato impide que los autores sean identificados, salvo por su IP (Internet Protocolo o Protocolo de Identificación), accesible a quienes tienen los recursos tecnológicos.
Los medios podrían generar un recurso, xe. un algoritmo que los neutralice. Los “seudonimados” desacreditan su intervención dedicando más espacio a los agravios que a su juicio crítico. Sus injurias son un bumerán: los descalifica denotando su cobardía, la ausencia de cultura además de desprestigiar un recurso gratuito y popular.

c. Las 2 versiones de noticias falsas se diferencian por su complejidad de elaboración, de aplicación, y por sus fines.
El buen periodismo es una invalorable necesidad social. Algunos medios (xe. las “páginas rosas”, de la farándula, etc.) para aumentar sus ingresos tergiversan la realidad usándolos como “ganchos”. Para evitar juicios legales usan verbos condicionales (“habría”) o a salvaguardas (“el presunto”). Otro recurso es desmentir y disculparse, pero el perjuicio ya hizo lo suyo. Las ultra falsas se han visto fundamentalmente dentro de la industria cinematográfica.

El común denominador de a y b objetables es la intención perversa, basada en la máxima “el fin justifica los medios”, sobre todo porque recurren a un medio masivo de difusión gratuito carente de regulación.

Por lo expuesto, las cuestionadas intervenciones antes mencionadas deben ser reguladas, sancionadas incluso vetadas.

Es momento que las autoridades pertinentes intervengan combatiendo esos perjudiciales usos de la libertad y la verdad.

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