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La idiosincracia latinoamericana y el Dalai Lama

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@|El pasado miércoles 20, me desperté de madrugada, por el ruido de abeja del motor de un camión que estacionó en la esquina de mi casa. Salí al balcón, un poco dormido todavía, y vi a un grupo de unos diez uniformados con ropa de la Intendencia de la ciudad de San Pablo, muy laboriosos, que echaban asfalto en la calle, mientras que una máquina con rodillo aplanaba la sustancia negra y caliente.

En la ciudad-colmena donde vivo, es bastante común el ruido de los vehículos, que no se detienen en su permanente trajín durante la noche y el día, y la noche siguiente.

Al otro día, el jueves 21, salimos de casa a hacer unos mandados, cuando vimos con mi esposa que habían arreglado sólo un pequeño tramo de la calle: justo la parte que está enfrente de dos casas que pertenecen a la misma familia.

Enseguida, mi mujer hizo el siguiente comentario: “Toda la calle está en mal estado y sólo repararon la entrada de dos casas. Esto muestra la mentalidad de muchos ciudadanos que sólo se preocupan por ellos mismos y no por todos”. Yo, por dentro, pensé en que nuestro vecino debe de tener algún contacto en la Intendencia, o sea, conocerá a algún político.

Es el reflejo de la idiosincrasia latinoamericana, en la que somos ciudadanos individualistas, y no vemos el lado colectivo de la gran, ruidosa y estresante urbe.

En la literatura, algunos escritores plasmaron en sus obras esta característica latinoamericana. Por ejemplo, el senador Onésimo Sánchez es un político que cada cuatro años sale de campaña electoral a hablarle a la gente a pequeñas ciudades y crea un mundo de ficción de cartón en el cuento “Muerte constante más allá del amor”, de Gabriel García Márquez.

Lo opuesto a esta idiosincrasia es la filosofía de vida que pregona el Dalai Lama para ser feliz: pensar en los otros, de esta forma vivimos menos pendientes del “yo”. Debemos liberarnos del apego a lo mío para fundirnos en el todo al que pertenecemos. Además, debemos ser compasivos, promover el altruismo y la no violencia.

Según él, a través de la educación extinguimos la ignorancia y alcanzamos la transformación del ser.

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