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Hablemos de educación

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@|Le voy a hablar de educación, pero no del conflicto. Los uruguayos sostenemos que la educación es prioritaria. Pero todos sabemos que no es cierto. Queda bien decirlo y lo decimos, pero mientras mis hijos y nietos tengan una educación razonable, ya que nadie aspira a la excelencia, los demás que se arreglen como puedan. Creemos que no es nuestro problema. Pero lo es, y así nos va. La educación pública debe ser de excelencia. Es el único método para integrar, incluir y superar circunstancias adversas; para formar seres libres, capaces de elegir cómo vivir su vida, respetando la forma de vida de los demás, dentro de la ley.

Durante muchas décadas pasadas, antes de los gobiernos progresistas, Uruguay tenía solamente un 2% de analfabetos y la mayoría de ellos era de edad adulta. Era el tiempo en que Uruguay iluminaba la esperanza de una Europa hambrienta, prometiendo y cumpliendo el sueño de “M´hijo el Dotor”. Uruguay enseñaba, abría caminos, ilustraba, educaba en los valores esenciales del esfuerzo y el trabajo, para convivir libres y en paz, sin odios, ni divisiones, construyendo un gran país, que ya fue. Uruguay era el país mejor educado de América Latina, a la par de EE.UU. Lástima el "era".

Todo se reduce, empieza y termina con la educación. ¿Qué pasó con el sueño de Varela y ese Uruguay con defectos, pero luminoso? ¿Fue porque sí, por desidia, o a propósito, siguiendo un plan siniestro basado en formar clientes, en vez de ciudadanos? No conozco la respuesta, pero sí los resultados. Y son alarmantes. Pocos hechos, pero esclarecedores. Según los resultados de los Informes PISA, Programa de Evaluación Internacional de OCDE, que se realiza cada 3 años, donde se evalúan 65 países, con estudiantes de 15 años de nivel secundario, y la evaluación es sobre matemáticas y lengua, nuestros chicos, en su mayoría no interpretan lo que leen y socialmente son los de peor comportamiento. Además de ser uno de los países que más ha involucionado en educación en los últimos 10 años. Hablamos de educación pública. La que pagamos entre todos. Y el presupuesto es alto y cada vez se aporta más dinero. Algo no funciona. Todos los años nos prometen 180 días de clase. No se cumplen. En Europa y Japón hay 210 días de clase por año. En China 230. ¿Cómo podrán competir nuestros mal educados uruguayitos con el resto del mundo civilizado?
Yo tuve el privilegio de tener maestros, mis hijos se conformaron con docentes y mis nietos tienen trabajadores de la educación. La diferencia es notable. No solo es culpa de los educadores, ¿no ganan lo que merecen? cierto; ¿deben pelear por ello? cierto, pero no lo deben hacer abandonando sus lugares de trabajo, abandonando las aulas, abandonando a sus alumnos, los docentes tienen una imaginación fantástica y a ella deben recurrir para saber expresar sus reclamos de una forma que no sea agresiva para el futuro de los educandos y respetando la laicidad.

A todo lo anterior súmele los inútiles ministros de educación que han instalado estos gobiernos progresistas en el despacho de la calle Reconquista. Lograr que nuestros jóvenes sean educados e instruidos es un triunfo de la democracia y un triunfo de la educación. Es una cocina de participación democrática donde se aprende. El que no aprende, no sabe. Si no sabe, no puede elegir. Si no puede elegir con libertad, otros lo harán en su nombre. ¿No será que desde hace muchos años, alguien decidió por nosotros educarnos mal y eso lo hicieron muy, pero muy bien? Si el caballo piensa, se acaba la equitación. Y los jinetes están en el poder.

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