@| Existe la tentación de caer una y otra vez en la misma escena. Idealizar figuras y cuando éstas nos dan a conocer su estrechez o desperfecto, empecinarse en hacerlas encajar igual.
Maquillar situaciones, ejercitar la auto convicción y defender a ultranza para el afuera.
Porque “los trapitos sucios: se lavan en casa”.
¿Cómo aceptar la no correspondencia? Aquello que podría haber sido y no fue. Aquello que no es, ni será.
Las separaciones y los auto-exilios no suceden de un día para otro. Cuando pasan son dolorosos y requieren mucho tiempo, incluso, a veces, se nos va la vida en ello.
Da la sensación que existe una tendencia a esperar que las cosas se resuelvan solas, dejar que el tiempo pase, que otro tome la iniciativa.
Pensar en que nunca es el momento adecuado. Llegar incluso a desear que algo suceda para justificar nuestro distanciamiento.
Actuar con valor y determinación parece ser la excepción. Es un camino largo, riesgoso, lleno de espinas, que nos obliga a hacer un esfuerzo.
Cuando uno elige: gana y pierde, siempre. Y en esa elección está implícita la obligación de construir y mantener espacios y vínculos auténticos, en busca de un balance que nos dé paz y la posibilidad de crecer.